SACRO VERGENTE ANNO
Carta Apostólica delVeneravel PÍO XII
A los pueblos de Rusia: su consagración al Corazón Inmaculado de María
Del 7 de julio de 1952
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
1. Súplicas de realizar la consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María.
Cuando el Año Santo iba felizmente a terminar, después que por designios divinos, Nos fue dado el definir solemnemente el dogma de la Asunción en alma y cuerpo al Cielo de la gran Madre de Dios la Virgen María, fueron muchísimos los que, desde todas las partes del mundo Nos manifestaron su vivísima alegría; entre éstos no faltaron quienes al dirigirnos cartas de agradecimiento, suplicaran insistentemente que, en las tribulaciones del momento presente, consagráramos todo el pueblo de Rusia al Corazón Inmaculado de la misma Virgen María.
2. Agrado del Papa por ello y su benevolencia al pueblo ruso.
Tal súplica Nos fue sumamente grata, ya que si bien Nuestro afecto paternal abraza a todos los pueblos, se dirige en modo particular a los que, no obstante estar separados de esta Sede Apostólica en gran parte por vicisitudes históricas, conservan todavía el nombre cristiano, y se encuentran en condiciones tales que no sólo es dificilísimo el escuchar Nuestra voz y conocer las enseñanzas de la doctrina católica, sino que son inducidos con engañosas y perniciosas artes a rechazar hasta la fe y el nombre mismo de Dios.
Apenas fuimos elevados al Pontificado Supremo, Nuestro pensamiento voló hacia vosotros, que formáis un inmenso pueblo, insigne en la historia por sus gloriosas empresas, su amor patrio, su laboriosidad y sobriedad, su piedad, para con Dios y con la Virgen María.
3. Plegarías del Papa por Rusia.
No hemos cesado jamás de elevar Nuestras súplicas a Dios para que os asista siempre con su luz y con su ayuda divina y os conceda a todos poder alcanzar, junto con una justa prosperidad material, aquella libertad mediante la cual cada uno de vosotros pueda defender la propia dignidad humana, conocer las enseñanzas de la verdadera religión y dar a Dios el debido culto, no sólo en lo íntimo de la propia conciencia, sino incluso abiertamente, en las actividades de la vida pública y privada.
4. Benevolencia de los Predecesores.
Por lo demás, bien sabéis que Nuestros Predecesores, cada vez que les fue posible, no tuvieron más empeño que manifestaros su benevolencia y daros su ayuda. Sabéis que los Apóstoles de los eslavos occidentales, los santos Cirilo y Metodio, que junto con la religión cristiana llevaron a los antepasados de aquellos incluso la civilización, se dirigieron a esta ciudad para que la obra de su apostolado fuese avalada por la autoridad de los Romanos Pontífices. Y mientras ellos entran en Roma, Nuestro Predecesor Adriano II, de feliz memoria, sale a su encuentro tributándoles grandes honores, acompañado del clero y del pueblo[1]; y después de aprobada y alabada su labor, no sólo los eleva al Episcopado, sino que él mismo quiere consagrarlos Obispos con la solemne majestad de los ritos sagrados.
5. En el siglo 10º.
Por lo que toca a vuestros antepasados, los Romanos Pontífices buscaron, cada vez que las circunstancias lo permitieron, el modo de trabar y consolidar con ellos lazos de amistad. Así en el año 977 Nuestro Predecesor Benedicto VII, de feliz memoria, mandó sus legados al príncipe Jarpolk, hermano del célebre Wladimiro y Nuestros Predecesores Juan XV en el año 991 y Silvestre II en el 999 enviaron legaciones al mismo gran príncipe Wladimiro, bajo cuyos auspicios resplandecieron por vez primera entre vuestra gente el nombre y civilización cristiana; a lo que el mismo Wladimiro correspondió cortésmente mandando a su vez legados a dichos Romanos Pontífices. Es digno de notar que en el tiempo en que este príncipe llevó sus pueblos a la Religión de Jesucristo, la cristiandad oriental y occidental estaban unidas bajo la autoridad del Romano Pontífice, como Jefe supremo de toda la Iglesia.
6. En el siglo 11º
Más aún, no muchos años después, es decir en 1075, vuestro príncipe Isjaslav mandó al Sumo Pontífice Gregorio VII su propio hijo Jaropolk; y éste Predecesor Nuestro de inmortal memoria, escribió así a dicho príncipe y a su augusta consorte: Mientras, vuestro hijo visitaba los sagrados sepulcros de los Apóstoles, vino a vernos, y dado que quería obtener aquel reino de Nuestra mano como un don de San Pedro, habiendo hecho profesión de fidelidad a San Pedro, príncipe de los Apóstoles, lo pidió con devotas súplicas asegurando sin duda alguna que su petición sería ratificada y confirmada por vos en el caso que hubiera obtenido el favor y la protección de la autoridad apostólica. Como estos deseos y estas peticiones parecían legítimas, tanto por vuestro consentimiento como por la devoción del solicitante, Nos las hemos acogido finalmente, y le hemos entregado de parte de San Pedro el gobierno de vuestro reino, con esta intención y este vehemente deseo, que el bienaventurado Pedro, con su intercesión ante Dios guarde a vos, a vuestro reino y a todas vuestras cosas, y haga que poseáis dicho reino con toda paz e incluso con honor y gloria hasta el fin de vuestra vida[2].
7. En los siglos posteriores.
Del mismo modo se ha de notar y tener muy en cuenta que Isidoro, Metropolita de Kiev, en el Concilio Ecuménico de Florencia, firmó el decreto que sancionaba solemnemente la unión de la Iglesia Oriental y Occidental bajo la autoridad del Romano Pontífice; y esto valió para toda su Provincia Eclesiástica, es decir para el entero reino de Rusia; sanción de unidad a la que él, por su parte permaneció fiel hasta el fin de sus días.
Pero si entretanto y en lo sucesivo, por motivo de un conjunto de circunstancias adversas, se hicieron más difíciles las comunicaciones de una y otra parte, y por consiguiente más dificultosa también la unión de los espíritus —aunque hasta el 1448 no haya ningún documento público que declare a vuestra Iglesia como separada de la Sede Apostólica— ; sin embargo en líneas generales esto no se ha de atribuir al pueblo eslavo, ni ciertamente a Nuestros Predecesores, los cuales siempre trataron con paternal afecto a esos pueblos y, cuando les fue posible, se preocuparon de protegerlos y ayudarlos a toda costa.
8. La ayuda material en nuestros tiempos.
Dejando a un lado no pocos otros documentos históricos en los que aparece la benevolencia de Nuestros Predecesores hacia vuestra nación, no podemos menos de aludir brevemente a lo que hicieron los Sumos Pontífices Benedicto XV y Pío XI, cuando, después del conflicto europeo, ingentes multitudes de hombres, mujeres, inocentes niños y niñas, especialmente en las regiones meridionales de vuestra patria, se vieron azotados por una terrible carestía y sumidos en tremenda miseria. Ellos en efecto, movidos por afecto paterno hacia vuestros compatriotas, enviaron a esas poblaciones víveres, vestidos y gran cantidad de dinero recogido entre los católicos, para ir en ayuda de todos aquellos hambrientos e infelices y poder aliviar de algún modo sus calamidades.
9. Ayuda espiritual.
Pero Nuestros Predecesores, según sus posibilidades, no sólo remediaron las necesidades materiales, sino también las espirituales; en efecto, no contentándose con elevar oraciones al Padre de las misericordias y fuente de todo consuelo[3] por vuestra situación religiosa, tan agitada y perturbada, ya que los enemigos de Dios pretenden arrancar de las almas la fe y la noción misma de la Divinidad, quisieron además que se hiciesen oraciones públicas. Y así el Sumo Pontífice Pío XI, en el año 1930, mandó que en el día de san José Patrón de la Iglesia Universal fuesen elevadas a Dios oraciones públicas en la Basílica Vaticana por las desgraciadas condiciones de la Religión en Rusia[4] y él mismo quiso estar presente, rodeado por una numerosísima y piadosa multitud de pueblo. Además, en la solemne Alocución Consistorial exhortó a todos con estas palabras: Es necesario rogar a Cristo Redentor del género humano, para que se restituya la paz y la libertad de profesar la fe a los infelices hijos de Rusia: y queremos que por esta intención, es decir por Rusia, se recen las oraciones que Nuestro Predecesor León XIII, de feliz memoria, impuso a los sacerdotes para recitarlas con pueblo después de la Santa Misa: los obispos y el clero secular y regular pongan gran cuidado en inculcar esto a los fieles, o a los que asistan a la Misa y no dejen de recordárselo frecuentemente.[5]
10. La acción de Pío XII.
Nos de buen grado confirmamos y renovamos esta exhortación y esta orden, desde el momento que la situación religiosa actual entre vosotros no ha mejorado ciertamente, y porque Nos sentimos animados del mismo vivísimo afecto y de los mismos cuidados hacia esas gentes.
Cuando estalló el último tremendo y largo conflicto hicimos todo lo que estaba en Nuestras manos, con la palabra, con exhortaciones, con obras para que las discordias fuesen compuestas con una equitativa y justa paz, y para que todos los pueblos, sin diferencia de estirpes, se unieran amigable y fraternalmente, y colaborasen juntos por alcanzar una mayor prosperidad. Jamás, incluso en aquel tiempo, salió de Nuestra boca una palabra que pudiera parecer injusta o dura para ninguno de los beligerantes. Hemos reprobado ciertamente, como se debía hacer, cualquier injusticia o cualquier violación del derecho; pero esto lo hicimos de manera que evitásemos con toda diligencia cuanto podía convertirse, aunque injustamente, en motivo de aflicciones mayores para los pueblos oprimidos. Y cuando desde alguna parte se presionaba para que Nos de algún modo, o de palabra o por escrito, aprobásemos la guerra emprendida contra Rusia en el año 1941, jamás consentimos hacerlo, como claramente dijimos el 25 de febrero de 1946, en el discurso pronunciado delante del Sacro y de todas las misiones diplon acreditadas ante la Santa Sede.[6]
11. Respeto del Papa por todas las naciones
Cuando se trata de defender causa de la Religión, de la verdad, de la justicia y de la civilización cristiana, no podemos callar ciertamente; sin embargo Nuestros pensamientos y Nuestras intenciones están siempre dirigidos a este fin, a saber, que no con la violencia de las armas, sino con la majestad del derecho se gobierne a todos los pueblos, y que cada uno de ellos, poseyendo la libertad civil y religiosa dentro de los límites de la propia Patria, sea conducido hacia la concordia, la paz y la vida de trabajo, de la que cada uno de los ciudadanos pueda obtener cuando le es necesario para alimentación, la habitación, el sustentamiento y gobierno de la propia familia. Nuestras palabras y nuestras exhortaciones se refirieron y se refieren a todas las naciones, y por consiguiente también a vosotros, que siempre habéis estado presentes en Nuestro corazón y cuyas necesidades y calamidades deseamos aliviar según permitan Nuestras fuerzas.
12. Amor universal del Papa, pese a los ataques.
Los que no aman la mentira sino la verdad saben que durante todo el curso del reciente conflicto Nos hemos demostrado imparciales con todos los beligerantes, y de ello frecuentemente hemos dado pruebas con las palabras y con las obras, y hemos abarcado en Nuestra ferventísima caridad a todas las Naciones, aun a aquellas cuyos gobernantes se profesan enemigos de esta Sede Apostólica, y a aquellas también en las que los enemigos de Dios, combaten fieramente todo lo que tiene algo de cristiano y de divino, y buscan el borrarlo de las almas de los ciudadanos. En efecto, por mandato de Jesucristo, que encomendó la entera grey del pueblo cristiano a San Pedro, Príncipe de los Apóstoles[7], del cual somos indignos Sucesores, Nos amamos con intenso amor a todos los pueblos y deseamos buscar la prosperidad terrena y la salud eterna de cada uno. Todos, por lo tanto, bien estén en guerra con las armas, o en desacuerdo por graves disensiones, son considerados por Nos como hijos iguales queridísimos; y no deseamos otra cosa, no pedimos al Señor con la oración más que la mutua concordia, la justa y verdadera paz, y una prosperidad cada vez mayor.
Mas bien, si algunos, engañados por las mentiras y las calumnias, Nos profesan abierta hostilidad, Nos estamos animados hacia ellos de una mayor compasión y de un más ardiente afecto.
13. A pesar de las calumnias ama a los que yerran y condena el error.
Hemos condenado sin duda y rechazado, como exige el deber de Nuestro oficio, los errores que los partidarios del comunismo ateo enseñan y se esfuerzan en propagar con sumo daño para los ciudadanos; pero a los errantes, en vez de rechazarlos, les deseamos que vuelvan a la verdad y sean conducidos de nuevo al camino recto. Hemos puesto de manifiesto y reprobado estas mentiras, que frecuentemente se presentaban bajo falsas apariencias de verdad, precisamente porque sentimos hacia vosotros afecto de padre y buscamos vuestro bien. Nos, en efecto, tenemos la firme certeza que de estos errores no pueden sobreveniros sino grandísimos daños, porque no sólo quitan de vuestras almas la luz sobrenatural y los supremos consuelos que provienen de la piedad y del culto a Dios, sino que incluso os despojan de la dignidad humana y de la libertad debida a los ciudadanos.
14. El pueblo ruso conserva la fe y su amor a María.
Sabemos que muchos de vosotros conservan la fe cristiana en el santuario íntimo de la propia conciencia, que en ninguna forma se dejan inducir a favorecer a los enemigos de la Religión, sino que antes bien desean ardientemente profesar las enseñanzas cristianas, únicos y seguros fundamentos de la sociedad civil, no solamente en privado, sino que, si fuera posible, incluso en público, como conviene a personas libres. Y sabemos aún, con suma esperanza Nuestra y grandísimo consuelo, que amáis y honráis a la Virgen María Madre de Dios con ferventísimo afecto y que veneráis sus sagradas imágenes. Sabemos que en el Kremlin mismo se construyó un templo, hoy desgraciadamente cerrado al culto divino, dedicado a la Asunción de María Santísima a los Cielos; lo que es una prueba clarísima del amor que vuestros antepasados y vosotros tenéis a la Gran Madre de Dios.
15. La salvación por María.
Ahora bien, Nos sabemos que no puede faltar la esperanza de salvación allí donde las almas se dirigen con sincera y ferviente piedad a la Santísima Madre de Dios. De hecho, por mucho que se esfuercen los hombres, por impíos y poderosos que sean, en extirpar de los corazones de los ciudadanos la santa Religión y la virtud cristiana, por más que Satanás mismo busque el fomentar con toda clase de medios esta lucha sacrílega, según la sentencia del Apóstol de las Gentes: …no tenemos que combatir contra la carne y la sangre, sino contra los príncipes y las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos…[8]; sin embargo, si María interpone su poderoso patrocinio, las puertas del infierno no podrán prevalecer[9]. Ella, en efecto, es la afabilísima y poderosísima Madre de Dios y de todos nosotros, y jamás se ha oído en el mundo que alguien haya recurrido suplicante a Ella y no haya probado su poderosísima intercesión. Continuad, por tanto, como estáis acostumbrados, a venerarla con ferviente piedad, a amarla ardientemente y a invocarla con estas palabras, que os son familiares: A tí únicamente ha sido concedido, Santísima y Purísima Madre de Dios, de ser siempre escuchada[10].
16. Plegaria para que se restaure en Rusia la fe y el bienestar.
Nos también junto con vosotros elevamos a Ella Nuestras oraciones suplicantes para que la verdad cristiana, decoro y sostén de la convivencia humana se refuerce y vigorice entre los pueblos de Rusia, y todos los engaños de los enemigos de la Religión, todos sus errores y falaces artes sean rechazados y alejados de vosotros; para que las costumbres públicas y privadas vuelvan a estar conformes con las normas evangélicas; para que especialmente aquellos que de entre vosotros se profesan católicos, aunque privados de sus Pastores, resistan con intrépida fortaleza a los asaltos de la impiedad, si es necesario, hasta llegar a morir; para que la justa libertad que conviene a la persona humana, a los ciudadanos y a los cristianos les sea restituida a todos, como a ello tienen derecho, y en primer lugar les sea devuelta la Iglesia que tiene el mandato divino de instruir a los hombres en las verdades religiosas y en la virtud; y finalmente para que la verdadera paz resplandezca vuestra queridísima Nación y en toda la humanidad y que esta paz, fundada en la justicia y alimentada por la caridad, dirija a todas las gentes a aquella prosperidad común de individuos y pueblos que proviene de la concordia de los espíritus.
17. Por la intercesión de María.
Dígnese Nuestra amorosísima Madre mirar también con ojos benignos a aquellos que organizan las formaciones de ateos militantes y dan todo género de ayuda a sus iniciativas. Quiera Ella iluminar sus mentes con la luz que viene de lo alto y dirigir con la gracia divina sus corazones hacia la salvación.
18. Consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María.
Nos, por tanto, para que Nuestras oraciones y las vuestras sean escuchadas más fácilmente y para daros una prueba especial de Nuestra particular benevolencia, lo mismo que hace pocos años consagramos todo el mundo al Corazón Inmaculado de la Virgen Madre de Dios, así ahora, de manera especialísima, consagramos todos los pueblos de Rusia al mismo Corazón Inmaculado, en la firme confianza de que con el poderosísimo patrocinio de la Virgen María se realizarán cuanto antes los votos que Nos, vosotros, y todos los buenos formulan por una verdadera paz, por una concordia fraternal y por la debida libertad para todos y en primer lugar para la Iglesia; de forma que, mediante la oración que Nos elevamos junto con vosotros y con todos los cristianos, el Reino salvador de Cristo, que es el Reino de verdad y de vida, Reino de santidad y de gracia, Reino de justicia, de amor y de paz[11] triunfe y se consolide establemente en todas las partes de la tierra.
19 Plegaria a la Virgen
Con oración suplicante rogamos a la misma clementísima Madre que asista a cada uno de vosotros en las presentes calamidades y obtenga de su Divino Hijo para vuestras mentes la luz del Cielo e impetre para vuestras almas la virtud y la fortaleza, mediante las cuales, sostenidos por la gracia divina, podáis triunfar victoriosamente de la impiedad y del error.
Dado en roma, junto a San Pedro, el 7 de julio de 1052, fiesta de los Santos Cirilo y Metodio, año 14 de Nuestro Pontificado. Pío XII
http://moimunanblog.wordpress.com/2011/08/22/acto-de-consagracion-de-rusia-al-inmaculado-corazon-2/
Carta Apostólica delVeneravel PÍO XII
A los pueblos de Rusia: su consagración al Corazón Inmaculado de María
Del 7 de julio de 1952
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
1. Súplicas de realizar la consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María.
Cuando el Año Santo iba felizmente a terminar, después que por designios divinos, Nos fue dado el definir solemnemente el dogma de la Asunción en alma y cuerpo al Cielo de la gran Madre de Dios la Virgen María, fueron muchísimos los que, desde todas las partes del mundo Nos manifestaron su vivísima alegría; entre éstos no faltaron quienes al dirigirnos cartas de agradecimiento, suplicaran insistentemente que, en las tribulaciones del momento presente, consagráramos todo el pueblo de Rusia al Corazón Inmaculado de la misma Virgen María.
2. Agrado del Papa por ello y su benevolencia al pueblo ruso.
Tal súplica Nos fue sumamente grata, ya que si bien Nuestro afecto paternal abraza a todos los pueblos, se dirige en modo particular a los que, no obstante estar separados de esta Sede Apostólica en gran parte por vicisitudes históricas, conservan todavía el nombre cristiano, y se encuentran en condiciones tales que no sólo es dificilísimo el escuchar Nuestra voz y conocer las enseñanzas de la doctrina católica, sino que son inducidos con engañosas y perniciosas artes a rechazar hasta la fe y el nombre mismo de Dios.
Apenas fuimos elevados al Pontificado Supremo, Nuestro pensamiento voló hacia vosotros, que formáis un inmenso pueblo, insigne en la historia por sus gloriosas empresas, su amor patrio, su laboriosidad y sobriedad, su piedad, para con Dios y con la Virgen María.
3. Plegarías del Papa por Rusia.
No hemos cesado jamás de elevar Nuestras súplicas a Dios para que os asista siempre con su luz y con su ayuda divina y os conceda a todos poder alcanzar, junto con una justa prosperidad material, aquella libertad mediante la cual cada uno de vosotros pueda defender la propia dignidad humana, conocer las enseñanzas de la verdadera religión y dar a Dios el debido culto, no sólo en lo íntimo de la propia conciencia, sino incluso abiertamente, en las actividades de la vida pública y privada.
4. Benevolencia de los Predecesores.
Por lo demás, bien sabéis que Nuestros Predecesores, cada vez que les fue posible, no tuvieron más empeño que manifestaros su benevolencia y daros su ayuda. Sabéis que los Apóstoles de los eslavos occidentales, los santos Cirilo y Metodio, que junto con la religión cristiana llevaron a los antepasados de aquellos incluso la civilización, se dirigieron a esta ciudad para que la obra de su apostolado fuese avalada por la autoridad de los Romanos Pontífices. Y mientras ellos entran en Roma, Nuestro Predecesor Adriano II, de feliz memoria, sale a su encuentro tributándoles grandes honores, acompañado del clero y del pueblo[1]; y después de aprobada y alabada su labor, no sólo los eleva al Episcopado, sino que él mismo quiere consagrarlos Obispos con la solemne majestad de los ritos sagrados.
5. En el siglo 10º.
Por lo que toca a vuestros antepasados, los Romanos Pontífices buscaron, cada vez que las circunstancias lo permitieron, el modo de trabar y consolidar con ellos lazos de amistad. Así en el año 977 Nuestro Predecesor Benedicto VII, de feliz memoria, mandó sus legados al príncipe Jarpolk, hermano del célebre Wladimiro y Nuestros Predecesores Juan XV en el año 991 y Silvestre II en el 999 enviaron legaciones al mismo gran príncipe Wladimiro, bajo cuyos auspicios resplandecieron por vez primera entre vuestra gente el nombre y civilización cristiana; a lo que el mismo Wladimiro correspondió cortésmente mandando a su vez legados a dichos Romanos Pontífices. Es digno de notar que en el tiempo en que este príncipe llevó sus pueblos a la Religión de Jesucristo, la cristiandad oriental y occidental estaban unidas bajo la autoridad del Romano Pontífice, como Jefe supremo de toda la Iglesia.
6. En el siglo 11º
Más aún, no muchos años después, es decir en 1075, vuestro príncipe Isjaslav mandó al Sumo Pontífice Gregorio VII su propio hijo Jaropolk; y éste Predecesor Nuestro de inmortal memoria, escribió así a dicho príncipe y a su augusta consorte: Mientras, vuestro hijo visitaba los sagrados sepulcros de los Apóstoles, vino a vernos, y dado que quería obtener aquel reino de Nuestra mano como un don de San Pedro, habiendo hecho profesión de fidelidad a San Pedro, príncipe de los Apóstoles, lo pidió con devotas súplicas asegurando sin duda alguna que su petición sería ratificada y confirmada por vos en el caso que hubiera obtenido el favor y la protección de la autoridad apostólica. Como estos deseos y estas peticiones parecían legítimas, tanto por vuestro consentimiento como por la devoción del solicitante, Nos las hemos acogido finalmente, y le hemos entregado de parte de San Pedro el gobierno de vuestro reino, con esta intención y este vehemente deseo, que el bienaventurado Pedro, con su intercesión ante Dios guarde a vos, a vuestro reino y a todas vuestras cosas, y haga que poseáis dicho reino con toda paz e incluso con honor y gloria hasta el fin de vuestra vida[2].
7. En los siglos posteriores.
Del mismo modo se ha de notar y tener muy en cuenta que Isidoro, Metropolita de Kiev, en el Concilio Ecuménico de Florencia, firmó el decreto que sancionaba solemnemente la unión de la Iglesia Oriental y Occidental bajo la autoridad del Romano Pontífice; y esto valió para toda su Provincia Eclesiástica, es decir para el entero reino de Rusia; sanción de unidad a la que él, por su parte permaneció fiel hasta el fin de sus días.
Pero si entretanto y en lo sucesivo, por motivo de un conjunto de circunstancias adversas, se hicieron más difíciles las comunicaciones de una y otra parte, y por consiguiente más dificultosa también la unión de los espíritus —aunque hasta el 1448 no haya ningún documento público que declare a vuestra Iglesia como separada de la Sede Apostólica— ; sin embargo en líneas generales esto no se ha de atribuir al pueblo eslavo, ni ciertamente a Nuestros Predecesores, los cuales siempre trataron con paternal afecto a esos pueblos y, cuando les fue posible, se preocuparon de protegerlos y ayudarlos a toda costa.
8. La ayuda material en nuestros tiempos.
Dejando a un lado no pocos otros documentos históricos en los que aparece la benevolencia de Nuestros Predecesores hacia vuestra nación, no podemos menos de aludir brevemente a lo que hicieron los Sumos Pontífices Benedicto XV y Pío XI, cuando, después del conflicto europeo, ingentes multitudes de hombres, mujeres, inocentes niños y niñas, especialmente en las regiones meridionales de vuestra patria, se vieron azotados por una terrible carestía y sumidos en tremenda miseria. Ellos en efecto, movidos por afecto paterno hacia vuestros compatriotas, enviaron a esas poblaciones víveres, vestidos y gran cantidad de dinero recogido entre los católicos, para ir en ayuda de todos aquellos hambrientos e infelices y poder aliviar de algún modo sus calamidades.
9. Ayuda espiritual.
Pero Nuestros Predecesores, según sus posibilidades, no sólo remediaron las necesidades materiales, sino también las espirituales; en efecto, no contentándose con elevar oraciones al Padre de las misericordias y fuente de todo consuelo[3] por vuestra situación religiosa, tan agitada y perturbada, ya que los enemigos de Dios pretenden arrancar de las almas la fe y la noción misma de la Divinidad, quisieron además que se hiciesen oraciones públicas. Y así el Sumo Pontífice Pío XI, en el año 1930, mandó que en el día de san José Patrón de la Iglesia Universal fuesen elevadas a Dios oraciones públicas en la Basílica Vaticana por las desgraciadas condiciones de la Religión en Rusia[4] y él mismo quiso estar presente, rodeado por una numerosísima y piadosa multitud de pueblo. Además, en la solemne Alocución Consistorial exhortó a todos con estas palabras: Es necesario rogar a Cristo Redentor del género humano, para que se restituya la paz y la libertad de profesar la fe a los infelices hijos de Rusia: y queremos que por esta intención, es decir por Rusia, se recen las oraciones que Nuestro Predecesor León XIII, de feliz memoria, impuso a los sacerdotes para recitarlas con pueblo después de la Santa Misa: los obispos y el clero secular y regular pongan gran cuidado en inculcar esto a los fieles, o a los que asistan a la Misa y no dejen de recordárselo frecuentemente.[5]
10. La acción de Pío XII.
Nos de buen grado confirmamos y renovamos esta exhortación y esta orden, desde el momento que la situación religiosa actual entre vosotros no ha mejorado ciertamente, y porque Nos sentimos animados del mismo vivísimo afecto y de los mismos cuidados hacia esas gentes.
Cuando estalló el último tremendo y largo conflicto hicimos todo lo que estaba en Nuestras manos, con la palabra, con exhortaciones, con obras para que las discordias fuesen compuestas con una equitativa y justa paz, y para que todos los pueblos, sin diferencia de estirpes, se unieran amigable y fraternalmente, y colaborasen juntos por alcanzar una mayor prosperidad. Jamás, incluso en aquel tiempo, salió de Nuestra boca una palabra que pudiera parecer injusta o dura para ninguno de los beligerantes. Hemos reprobado ciertamente, como se debía hacer, cualquier injusticia o cualquier violación del derecho; pero esto lo hicimos de manera que evitásemos con toda diligencia cuanto podía convertirse, aunque injustamente, en motivo de aflicciones mayores para los pueblos oprimidos. Y cuando desde alguna parte se presionaba para que Nos de algún modo, o de palabra o por escrito, aprobásemos la guerra emprendida contra Rusia en el año 1941, jamás consentimos hacerlo, como claramente dijimos el 25 de febrero de 1946, en el discurso pronunciado delante del Sacro y de todas las misiones diplon acreditadas ante la Santa Sede.[6]
11. Respeto del Papa por todas las naciones
Cuando se trata de defender causa de la Religión, de la verdad, de la justicia y de la civilización cristiana, no podemos callar ciertamente; sin embargo Nuestros pensamientos y Nuestras intenciones están siempre dirigidos a este fin, a saber, que no con la violencia de las armas, sino con la majestad del derecho se gobierne a todos los pueblos, y que cada uno de ellos, poseyendo la libertad civil y religiosa dentro de los límites de la propia Patria, sea conducido hacia la concordia, la paz y la vida de trabajo, de la que cada uno de los ciudadanos pueda obtener cuando le es necesario para alimentación, la habitación, el sustentamiento y gobierno de la propia familia. Nuestras palabras y nuestras exhortaciones se refirieron y se refieren a todas las naciones, y por consiguiente también a vosotros, que siempre habéis estado presentes en Nuestro corazón y cuyas necesidades y calamidades deseamos aliviar según permitan Nuestras fuerzas.
12. Amor universal del Papa, pese a los ataques.
Los que no aman la mentira sino la verdad saben que durante todo el curso del reciente conflicto Nos hemos demostrado imparciales con todos los beligerantes, y de ello frecuentemente hemos dado pruebas con las palabras y con las obras, y hemos abarcado en Nuestra ferventísima caridad a todas las Naciones, aun a aquellas cuyos gobernantes se profesan enemigos de esta Sede Apostólica, y a aquellas también en las que los enemigos de Dios, combaten fieramente todo lo que tiene algo de cristiano y de divino, y buscan el borrarlo de las almas de los ciudadanos. En efecto, por mandato de Jesucristo, que encomendó la entera grey del pueblo cristiano a San Pedro, Príncipe de los Apóstoles[7], del cual somos indignos Sucesores, Nos amamos con intenso amor a todos los pueblos y deseamos buscar la prosperidad terrena y la salud eterna de cada uno. Todos, por lo tanto, bien estén en guerra con las armas, o en desacuerdo por graves disensiones, son considerados por Nos como hijos iguales queridísimos; y no deseamos otra cosa, no pedimos al Señor con la oración más que la mutua concordia, la justa y verdadera paz, y una prosperidad cada vez mayor.
Mas bien, si algunos, engañados por las mentiras y las calumnias, Nos profesan abierta hostilidad, Nos estamos animados hacia ellos de una mayor compasión y de un más ardiente afecto.
13. A pesar de las calumnias ama a los que yerran y condena el error.
Hemos condenado sin duda y rechazado, como exige el deber de Nuestro oficio, los errores que los partidarios del comunismo ateo enseñan y se esfuerzan en propagar con sumo daño para los ciudadanos; pero a los errantes, en vez de rechazarlos, les deseamos que vuelvan a la verdad y sean conducidos de nuevo al camino recto. Hemos puesto de manifiesto y reprobado estas mentiras, que frecuentemente se presentaban bajo falsas apariencias de verdad, precisamente porque sentimos hacia vosotros afecto de padre y buscamos vuestro bien. Nos, en efecto, tenemos la firme certeza que de estos errores no pueden sobreveniros sino grandísimos daños, porque no sólo quitan de vuestras almas la luz sobrenatural y los supremos consuelos que provienen de la piedad y del culto a Dios, sino que incluso os despojan de la dignidad humana y de la libertad debida a los ciudadanos.
14. El pueblo ruso conserva la fe y su amor a María.
Sabemos que muchos de vosotros conservan la fe cristiana en el santuario íntimo de la propia conciencia, que en ninguna forma se dejan inducir a favorecer a los enemigos de la Religión, sino que antes bien desean ardientemente profesar las enseñanzas cristianas, únicos y seguros fundamentos de la sociedad civil, no solamente en privado, sino que, si fuera posible, incluso en público, como conviene a personas libres. Y sabemos aún, con suma esperanza Nuestra y grandísimo consuelo, que amáis y honráis a la Virgen María Madre de Dios con ferventísimo afecto y que veneráis sus sagradas imágenes. Sabemos que en el Kremlin mismo se construyó un templo, hoy desgraciadamente cerrado al culto divino, dedicado a la Asunción de María Santísima a los Cielos; lo que es una prueba clarísima del amor que vuestros antepasados y vosotros tenéis a la Gran Madre de Dios.
15. La salvación por María.
Ahora bien, Nos sabemos que no puede faltar la esperanza de salvación allí donde las almas se dirigen con sincera y ferviente piedad a la Santísima Madre de Dios. De hecho, por mucho que se esfuercen los hombres, por impíos y poderosos que sean, en extirpar de los corazones de los ciudadanos la santa Religión y la virtud cristiana, por más que Satanás mismo busque el fomentar con toda clase de medios esta lucha sacrílega, según la sentencia del Apóstol de las Gentes: …no tenemos que combatir contra la carne y la sangre, sino contra los príncipes y las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos…[8]; sin embargo, si María interpone su poderoso patrocinio, las puertas del infierno no podrán prevalecer[9]. Ella, en efecto, es la afabilísima y poderosísima Madre de Dios y de todos nosotros, y jamás se ha oído en el mundo que alguien haya recurrido suplicante a Ella y no haya probado su poderosísima intercesión. Continuad, por tanto, como estáis acostumbrados, a venerarla con ferviente piedad, a amarla ardientemente y a invocarla con estas palabras, que os son familiares: A tí únicamente ha sido concedido, Santísima y Purísima Madre de Dios, de ser siempre escuchada[10].
16. Plegaria para que se restaure en Rusia la fe y el bienestar.
Nos también junto con vosotros elevamos a Ella Nuestras oraciones suplicantes para que la verdad cristiana, decoro y sostén de la convivencia humana se refuerce y vigorice entre los pueblos de Rusia, y todos los engaños de los enemigos de la Religión, todos sus errores y falaces artes sean rechazados y alejados de vosotros; para que las costumbres públicas y privadas vuelvan a estar conformes con las normas evangélicas; para que especialmente aquellos que de entre vosotros se profesan católicos, aunque privados de sus Pastores, resistan con intrépida fortaleza a los asaltos de la impiedad, si es necesario, hasta llegar a morir; para que la justa libertad que conviene a la persona humana, a los ciudadanos y a los cristianos les sea restituida a todos, como a ello tienen derecho, y en primer lugar les sea devuelta la Iglesia que tiene el mandato divino de instruir a los hombres en las verdades religiosas y en la virtud; y finalmente para que la verdadera paz resplandezca vuestra queridísima Nación y en toda la humanidad y que esta paz, fundada en la justicia y alimentada por la caridad, dirija a todas las gentes a aquella prosperidad común de individuos y pueblos que proviene de la concordia de los espíritus.
17. Por la intercesión de María.
Dígnese Nuestra amorosísima Madre mirar también con ojos benignos a aquellos que organizan las formaciones de ateos militantes y dan todo género de ayuda a sus iniciativas. Quiera Ella iluminar sus mentes con la luz que viene de lo alto y dirigir con la gracia divina sus corazones hacia la salvación.
18. Consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María.
Nos, por tanto, para que Nuestras oraciones y las vuestras sean escuchadas más fácilmente y para daros una prueba especial de Nuestra particular benevolencia, lo mismo que hace pocos años consagramos todo el mundo al Corazón Inmaculado de la Virgen Madre de Dios, así ahora, de manera especialísima, consagramos todos los pueblos de Rusia al mismo Corazón Inmaculado, en la firme confianza de que con el poderosísimo patrocinio de la Virgen María se realizarán cuanto antes los votos que Nos, vosotros, y todos los buenos formulan por una verdadera paz, por una concordia fraternal y por la debida libertad para todos y en primer lugar para la Iglesia; de forma que, mediante la oración que Nos elevamos junto con vosotros y con todos los cristianos, el Reino salvador de Cristo, que es el Reino de verdad y de vida, Reino de santidad y de gracia, Reino de justicia, de amor y de paz[11] triunfe y se consolide establemente en todas las partes de la tierra.
19 Plegaria a la Virgen
Con oración suplicante rogamos a la misma clementísima Madre que asista a cada uno de vosotros en las presentes calamidades y obtenga de su Divino Hijo para vuestras mentes la luz del Cielo e impetre para vuestras almas la virtud y la fortaleza, mediante las cuales, sostenidos por la gracia divina, podáis triunfar victoriosamente de la impiedad y del error.
Dado en roma, junto a San Pedro, el 7 de julio de 1052, fiesta de los Santos Cirilo y Metodio, año 14 de Nuestro Pontificado. Pío XII
http://moimunanblog.wordpress.com/2011/08/22/acto-de-consagracion-de-rusia-al-inmaculado-corazon-2/
Al gran papa y doctor mariano, el venerable Pío XII, consagrado obispo –no por pura casualidad– el 13 de mayo de 1917, día de la primera de las apariciones de Nuestra Señora en Fátima y devotísimo de la advocación bajo la cual la Santísima Virgen manifestó querer ser honrada, a saber, la de su Corazón Inmaculado, se debe la institución de la fiesta de hoy. Publicamos el decreto, poco conocido, de la Sagrada Congregación de Ritos del 4 de mayo de 1944, por el que se extiende a toda la Iglesia con rito doble de segunda clase la Fiesta del Inmaculado Corazón de María, con misa y oficio propios, aprobados por el venerable papa Pacelli.
SAGRADA CONGREGACIÓN DE RITOS
A LA CIUDAD Y AL MUNDO
El culto litúrgico al Corazón de la Santísima Virgen María, cuyos lejanos antecedentes se remontan a los comentarios de los Santos Padres sobre la Esposa de los Cantares y cuyo camino prepararon en la Edad Media y en tiempos más recientes santos varones y mujeres, fue por primera vez aprobado por la Sede Apostólica a comienzos del siglo XIX, cuando el papa Pío VII instituyó la fiesta del Purísimo Corazón de María para todas aquellas diócesis y familias religiosas que la solicitaran, fijando su piadosa y santa celebración el domingo infraoctavo de la Asunción. A mediados de la misma centuria, esta fiesta del Purísimo Corazón de la Santísima Virgen María, que se estaba propagando cada vez más en el orbe católico fue dotado, por mandato de Pío IX y obra de la Sagrada Congregación de Ritos con misa y oficio propios. Además, a este culto al Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María la Iglesia tributó el honor debido toda vez que, bajo el símbolo de este Corazón, se venera con gran devoción la santidad eximia y singular del alma de la Madre de Dios, y especialmente su amor ardentísimo a Dios y a su hijo Jesús, así como su piedad maternal hacia el género humano, redimido por la Sangre divina. Fortalecíase, entre tanto, en las almas tanto de los pastores como de los fieles, el afán y el deseo que la fiesta del Purísimo Corazón de la Santísima Virgen María redundase en el bien común de toda la Iglesia. Por lo cual, el día de la Inmaculada Concepción de 1942, nuestro Santísimo Señor el papa Pío XII, compadecido por los gravísimos sufrimientos con los que son afligidos los pueblos cristianos por causa de la cruel guerra presente, consagró también a perpetuidad al Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen y Madre al género humano que ya León XIII había dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. Y para que se conservara el recuerdo de dicha consagración decretó que se extendiera a la Iglesia universal la fiesta del Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María, con misa y oficio propios, a celebrarse cada año el día 22 de agosto en lugar de la Octava de la Asunción de la misma Santísima Virgen, con rito doble de segunda clase. Y ello para que, con el auxilio de la Santísima Madre de Dios, obtengan todos los pueblos la paz y la Iglesia de Cristo la libertad, los pecadores, libres de sus reatos, y todos los fieles en fin se hagan fuertes en el amor a la pureza y en el ejercicio de las virtudes. Así pues, secundando estas disposiciones del Santo Padre, el infrascripto cardenal Carlo Salotti, obispo de Palestrina y prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos, en la audiencia del día 10 de diciembre de 1943, sometió al mismo Santísimo Señor el esquema del oficio propio y de la misa del Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María. Finalmente, Su Santidad aprobó el esquema presentado y mandó que se lo utilizara para la fiesta del Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María en la Iglesia universal, tal como consta en el ejemplar adjunto. Obsérvese según las rúbricas, sin que obsten cualesquiera que fueren contrarias.
En 4 de mayo de 1944.
C. Card. SALOTTI, Ep. Praen., Prefecto
B. Carinci, Secretario
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