Resultado de imagem para Padre Gino Burresi

Arquivo do blogue

quarta-feira, 18 de julho de 2012

LEVAR EM SI MARIA

Mãe do Bom Conselho

Nunca saias de casa, nunca faças uma visita sem dizer esta pequena oração:
“Minha querida Mãe, vem e vive em mim!"

LEVAR EM SI MARIA


Pe. Júlio Maria De Lombaerde
Era ainda muito cedo. Abrindo um livro piedoso, que uma pessoa
distraída – talvez voluntariamente – deixara na sala de visitas, encontrei
estas linhas, tão curtas e tão cheias de sentido e de vida
sobrenatural.
Leva em ti Maria;
Em redor de ti irradie Maria;
Dá a todos Maria!
Não sei o que se passou em minha alma, no meu coração, em todo o
meu ser. Depositei o livro; uma lágrima, - perdoem-me esta sensibilidade
– uma lágrima ardente queimou-me as pálpebras e as faces... E
escondendo a cabeça nas mãos, afastei-me sem demora: Mas, durante
todo o dia, ia repetindo:
Ó Maria!
Deixa-me levar-te em mim;
Deixa-me irradiar-te, em redor de mim;
Deixa-me dar-te a todos que se
aproximam de mim!
Oh! querida alma, nós que almejamos amar ardentemente nossa terna
Mãe, repitamos muitas vezes durante o dia esta pequena oração, tão
curta, tão penetrante e decerto, tão agradável a Maria.
Levar em si Maria, é não possuir todas as virtudes de Maria, mas
trabalhar para adquiri-las. É imitar a criança a quem se dá uma santinha:
aperta-a sobre o coração, beija-a com efusão e depois a leva para sua
mãe, com cuidado, receosa que se amarrote.
Não podemos, de certo, receber o corpo de Maria Ssma. como
recebemos o corpo de Jesus Cristo, mas, na sagrada comunhão,
recebendo a Jesus Cristo, não é verdade que recebemos um pouco de
Maria? Qualquer coisa de Maria? Este divino alimento de nossa alma,
não é ele formado do sangue de Maria? Caro Christi, caro Mariae, diz
Sto. Agostinho.
Levando em nós a Jesus, levamos, pois, a Maria. Jesus e Maria
são inseparáveis. Não procureis em outro lugar o divino Filho da Virgem,
senão nos braços de sua mãe; é lá o lugar d’Ele, o seu trono, o seu céu.
Levar em si Maria, é pois aproximar-se muitas vezes e com devoção
da Sagrada Mesa Eucarística; e durante o dia lembrar-se o mais possível
deste ato solene. É unir-se a Maria, - e com ela adorar a Jesus, -
trabalhar para Jesus, numa palavra, é viver com ela da doce vida de
intimidade.
Ó Maria, deixa-me levar-te em mim!
Irradiar Maria, em redor de si, é possuir algumas das virtudes de
Maria, tão doces, tão atraentes, tão praticáveis para todos.
Na contrariedade e na provação: é ficar calmo e paciente.
No abatimento: é conservar-se amável e sorridente.
No aborrecimento: é apresentar-se prestável e manso.
Para todos que nos cercam, é ter pronto:
- este sorriso dos lábios, que atrai;
- esta palavra de coração, que dilata;
- este gesto de benevolência, que acalma e anima;
- esta conversação, que eleva, sobrenaturaliza e faz dizer:
Oh! como ele é bom!
Tem-se dito de Maria Santíssima que ela era o ostensório de Jesus!
Possam dizer de nós que somos o ostensório de Maria.
O ostensório serve para conter, mostrar e fazer resplandecer a Jesus
escondido, escondido na Sagrada Eucaristia. O esforço de uma alma
devota da Santíssima Virgem deve ser de conter, de mostrar e de fazer
resplandecer a Virgem Santa, pela imitação de suas virtudes. Ó Maria,
deixa-me irradiar-te em redor de mim!
Dar Maria a todos que se aproximam de si. O certo, não é dizer-
lhes: eu venho dar-te Maria, mas é ter simplesmente o desejo e a
vontade firmes e atuais de fazer amar a Virgem Santa.
Nunca saias de casa, nunca faças uma visita sem dizer esta pequena
oração: “Minha querida Mãe, vem e vive em mim!”
Talvez que não o saibam, mas em hora oportuna, a Mãe de Jesus
servir-se-á de ti, agirá por ti, dar-se-á por ti.
Tu darás Maria a todos, que te cercam, às vezes sem sabê-lo e sem
os outros conhecê-lo.
Passarás, como Jesus, fazendo o bem, fazendo amar a Virgem
Imaculada. E como Maria também amar-te-á! Como ela te conduzirá a
Jesus!
Tu deste Maria aos homens; Maria te dará a Jesus!
__________________

Comentário de Sacralidade
O texto acima, do Pe. Júlio Maria De Lombaerde, foi publicado na
Voz de Nazareth, nº 67, em julho de 1918, e até hoje conserva atualidade
e encanto. Intenso desejo desperta nos corações marianos. Toma logo a
forma de indagação: quando virá o tempo em que por toda a parte se
multiplicarão essas almas-ostensório? Sem saber o dia e a hora, com
certeza desde agora podemos dizer, como David, "Esperei no Senhor
com toda a confiança e Ele se inclinou para mim": Exspectans exspectavi
Dominum et intendit mihi (Sl 39, 2).
_________
Artigos relacionados:
Dr. Plinio correlacionou as práticas interiores da espiritualidade montfortiana com a Contra-Revolução – Plinio Corrêa de Oliveira – 09 abril 2010
Valioso meio de santificação que a escola espiritual mariana utiliza nos combates da vida interior – por Mons. José Luiz Marinho Villac.

quinta-feira, 12 de julho de 2012

MARÍA SANTÍSIMA, MODELO DE ADORACIÓN PERPETUA A LA EUCARISTÍA

MARÍA SANTÍSIMA, MODELO DE ADORACIÓN PERPETUA A LA EUCARISTÍA



Fragmento de las "Obras Eucarísticas de San Pedro Julián Eymard"

María Santísima, Madre y Adoratriz Perpetua de Jesús Sacramentado

El mejor modelo de acción de gracias lo encontraremos en María, recibiendo al Verbo en su seno. El mejor medio de hacer una recepción que plazca a Jesús y sea para nosotros buena y rica en gracias es adorarle como presente en nuestro pecho, uniéndonos con María.

María, sin duda, comenzó su adoración en aquel solemne momento haciendo un acto de anonadamiento de todo su ser ante la soberana majestad del Verbo, al ver cómo había elegido a su humilde sierva por su bondad y amor a Ella y a los hombres todos. Tal debe ser el primer acto, el primer sentimiento de mi adoración después de la comunión. Este fue también el sentimiento de Isabel al recibir a la Madre de Dios, que llevaba al Salvador oculto aún en su seno: Unde hoc mihi? ¿De dónde a mí dicha tanta, que tan poco merezco?

El primer sentimiento del alma ante Jesús es el de anonadarse a sí mismo, como hizo María

El segundo acto de María debió ser de gozoso agradecimiento por la inefable e infinita bondad del Señor para con los hombres: un acto de humilde gratitud por haber escogido para comunicar esta gracia sin par a su indigna aunque muy dichosa sierva. La gratitud de María exhálase en actos de amor, alabanza y bendición ensalzando la Divina Bondad. Porque la gratitud es todo esto, es una expansión en la persona bienhechora: pero una expansión intensa y amorosa. La gratitud es el corazón del amor.

El tercer acto de la Santísima Virgen debió ser de abnegación, de ofrenda, de don de sí, de toda la vida al servicio de Dios: Ecce ancilla Domini; un acto de pesar por ser, tener y poder tan poca cosa para servirle de un modo digno de Él.

María Santísima se ofreció al Señor desde su Inmaculada Concepción, siendo el "Fiat" una manifestación del Santo Abandono en la Divina Voluntad

Ofrécese ella a servirle como Él quiera a costa de todos los sacrificios que le plazca exigirle: por feliz se tendría si pudiera así corresponder al amor que a los hombres muestra en la Encarnación.

El último acto de María sería sin duda, de compasión por los hombres pecadores, para cuya salvación se encarnaba el Verbo. Ella supo hacer que la infinita misericordia se interesara por ellos ofreciéndose a reparar y hacer penitencia en su lugar, con el fin de lograr su perdón y retorno a Dios.

María Santísima pedía a su Hijo morir junto a Él si así convenía a nuestra Redención (de ahí que Ella sea "Corredentora del género humano")

¡Oh, cuánto yo quisiera adorar al Señor como le adoraba esta buena madre! Lo mismo que ella, le poseo en la Comunión. ¡Oh Dios mío! Dadme a esta buena adoradora por verdadera madre: hacedme partícipe de su gracia, de su estado de adoración continua del Dios a quien había recibido en su seno tan puro, verdadero paraíso de virtudes y de amor.

MARÍA SANTÍSIMA EN LA VIDA Y APOSTOLADO DE SAN PEDRO JULIÁN EYMARD

"A quien Dios quiere hacer santo, lo hace gran devoto de Santa María" (San Luis María de Montfort)

Un apóstol eminente de la Eucaristía, san Pedro Julián Eymard, es también un fiel devoto de la Virgen María. Ella ha tenido un lugar especial en su vida y, al final de su camino, la ha honrado con un título particular, el de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento.

San Pedro Julián Eymard, apóstol de Jesús Sacramentado

El primer santuario y el más querido de su corazón, fue el de Laus. Situado a 80 kilómetros de La Mure, en la diócesis de Gap, Notre-Dame de Laus era, después del siglo XVII, un centro de peregrinación que destacaba en la Provenza y el Delfinado. A la edad de once añós, Pedro Julián, llega allí, solo, y mendigando el pan. Fue allí, dirá más tarde, donde, por primera vez, conocí y amé a María.

El Santuario de Nuestra Señora de Laus es recordado porque allí, entre 1674 y 1717, la Virgen se apareció a la beata Benita Rencurel, y desde entonces se han dado muchos milagros en el lugar de las apariciones

En Laus, María le enseña a Pedro Julián a abrirse al amor. Hace la primera comunión a la edad de doce años, y manifiesta su deseo de ser sacerdote, aunque su padre se oponga a su aspiración. En una nueva peregrinación a Laus Pedro Julián recibe, del Padre Touche, la confirmación de su vocación y la gracia de comulgar todos los domingos, una excepción en aquella época

Más decidido que nunca, se pone a aprender latín, solo, a escondidas de su padre. En el mes de agosto de 1828, estando al servicio de un sacerdote en el hospicio de Saint-Robert, a las puertas de Grenoble, se entera accidentalmente de la muerte de su madre. Se dirige rápidamente a la capilla del hospicio para encomendarse a María. "Bendije a Nuestra Señora De Laus, anotará más tarde, y el día en que la tomé por madre cuando murió mi pobre madre, le pedí, postrado a sus pies en la capilla de Saint-Robert, la gracia de ser un día sacerdote. (17 de marzo de 1865) A partir de esta época, escribirá más tarde, experimenté siempre, la protección de María, de una manera muy especial, (3 de septiembre de 1839).

Su entrada en los Maristas en 1839 llena sus expectativas: llegar a ser religioso en una Sociedad que lleva el nombre de María y que es su familia de una manera muy especial. Hace su noviciado en Lyón, durante algunos meses, y desde entonces, el santuario de Nuestra Señora De Fourvière se convierte en su lugar privilegiado de oración: sube allí por lo menos dos veces a la semana. En su retiro de entrada en el noviciado, escribe: He sentido en mí un gran deseo de vivir de la vida de la Santísima Virgen y de hacer un estudio continuado de su humildad, de su obediencia y de su amor divino; de pedir las luces del Espíritu santo por María para conocer la voluntad de Dios sobre mí... para obtener el espíritu de la Sociedad de María. ( 28 de agosto 1839).

Santuario de Nuestra Señora de Fourvière, uno de los santuarios que San Pedro Julián Eymard visitaba frecuentemente en peregrinación

En el Corpus de 1845, experimenta una atracción eucarística muy fuerte que va a marcar su ministerio. El 21 de enero de 1851, estando orando en Fourvière, recibe la inspiración de consagrarse a una obra eucarística. Descubre que la Eucaristía es el remedio a la indiferencia religiosa y a la increencia moderna. Una nueva gracia en La Seyne-sur-Mer, el 18 de abril de 1853, le confirma en su deseo. Orienta a los jóvenes, se prepara con los sacerdotes y laicos para crear una nueva obra eucarística. En realidad, su proyecto quedará corto, pero tiene la conciencia de que la Virgen María le está guiando hacia esta vocación nueva, que siente en su corazón.

Fue Nuestra Señora quien le señaló a San Pedro Julián Eymard que su apostolado será propagar el amor y la reparación a Jesús Sacramentado

Después de que varios años de reflexión prudente y de combate interior, alentado por el papa Pio IX, funda a la congregación del Santísimo Sacramento en París el 13 de mayo de 1856.

Meditando sobre María, durante su gran retiro de Roma, anota en efecto: Le debo (a María) la perseverancia, la vocación, sobre todo la gracia del Santísimo Sacramento. Ella me ha dado a su Hijo como su servidor, su hijo predilecto (11 de marzo de 1865).

O todavía poco después: ¡Cómo (María) me ha conducido de la mano, solo, hasta el sacerdocio! ¡Después, al Santísimo Sacramento! (17 de marzo 1865) De Nazareth, Jesús fue al Cenáculo, y María fijó allí su estancia!.


NUESTRA SEÑORA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO, ¿POR QUÉ?

El título de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento fue dado a María por San Pedro Julián Eymard en mayo de 1868, mientras que hablaba a sus principiantes. Algunos años más tarde él describió lo que debe parecer su estatua: "La Virgen santa tiene al niño en sus brazos y él sostiene un cáliz en una mano y una hostia en la otra". Él les suplicó a que invocaran a María como "¡Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, ruega por nosotros que recurrimos a ti!".

Imagen de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, tal como la describió San Pedro Julián Eymard

Pío IX enriqueció la invocación con indulgencias. Dos veces, San. Pío X hizo lo mismo. El 30 de diciembre de 1905, él concedió una indulgencia de 300 días al fiel que ore: “Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, ruega para nosotros.” Y dirá después "este título, de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, es quizás el más significativo de todos".

San Pío X, buscando enfervorizar al creyente hacia la Sagrada Eucaristía, concedió 300 días de indulgencia a los devotos de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento

En 1921 la Sagrada Congregación para los Ritos autorizó a las Congregaciones del Santísimo Sacramento a celebrar cada año, el día 13 de mayo, la "conmemoración solemne de la Santísima Virgen" con la intención de honrar a María bajo título de "Nuestra Señora del Santísimo Sacramento".

El papa Juan XXIII codificó el título de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento cuando declaró a Santo a Pedro Julián Eymard, el 9 de diciembre de 1962, al final de la última sesión del Concilio Vaticano II.

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO

Virgen María, Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, gloria del pueblo cristiano, gozo de la Iglesia universal, ruega por nosotros y concede a todos los fieles verdadera devoción a la Sagrada Eucaristía, siendo dignos de recibirla cada día.

Antífona: Oh Augustísimo Sacramento, en el cual recibimos a Cristo, se renueva la Memoria de su Pasión, el alma se llena de gracia y nos es dada en prenda la vida futura!

V. Les has dado pan del cielo
R. Que contiene en sí todo deleite.

ORACIÓN
Oh Dios, que nos dejaste en este sacramento admirable el memorial de tu pasión y de tu Cruz; concédenos, te suplicamos, que de tal modo veneremos los sagrados misterios de tu Cuerpo y Sangre para que podamos siempre gozar de los frutos de tu Redención. Tu que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

quarta-feira, 4 de julho de 2012

NUESTRA SEÑORA REFUGIO DE LOS PECADORES

NUESTRA SEÑORA
REFUGIO DE LOS PECADORES
Yo soy la Madre de los pecadores,
a condición de que se arrepientan
(Palabras de N. Sra. a Sta. Brígida)


Sabemos que una sola es la Virgen, la Madre de Jesús y Madre nuestra. Se le invoca con títulos diferentes según el lugar donde ha manifestado su protección o según se quiere hacer resaltar una característica de su amor.

Por su intercesión, muchos pecadores han encontrado el camino de la salvación. Es por eso que se le ha invocado como el “Refugio de los Pecadores”.

En efecto, cuando un pecador recurre a María con voluntad de cambiar, siempre la encuentra pronta a acogerlo. Solamente le exige que renuncie al pecado.

El Papa San Gregorio VII le escribió a la princesa Matilde: "Poned fin a vuestra voluntad de pecar y yo no dudo en prometeros que encontraréis a María más dispuesta a amaros que una madre según la carne".

La Santísima Virgen rehúsa su ayuda solamente a aquellos que se obstinan en su mala conducta. Pero no puede permanecer sorda a los ruegos de quienes recurren a Ella con confianza y con el propósito de librarse de las cadenas del pecado. Acudirá en su ayuda y los guiará al camino de salvación. En una ocasión, Santa Brígida oyó a Nuestro Señor decirle a su Madre: "A aquellos que se esfuercen en retornar a Dios, Vos les prestaréis vuestra ayuda y no dejaréis a nadie sin consuelo".

Según la tradición, esta imagen de la Santísima Virgen fue encontrada en el hueco del tronco de una encina, en Montepulciano (Italia), por lo que, al inicio de su veneración, se le conoció como Nuestra Señora de la Encina. Las misiones de franciscanos y jesuitas la reconocían como su protectora en su labor evangelizadora y la invocaban como Refugio de Pecadores. En el siglo XVIII, el padre Juan Giuca llevó a la ciudad de Puebla (México) una copia de la pintura.

Iconografía: aparece con vestido color de rosa, rodeada de nubes y cuatro querubines; un Niño Jesús, coronado, en el brazo izquierdo; sobre la cabeza de la Virgen figura una aureola de doce estrellas y cuatro rosas. Es patrona principal de las ciudades mexicanas de Matamoros, Tampico y Acámbaro (Guanajuato).

Para promover esta devoción de pedir la intercesión de la Virgen en favor de los pecadores, se escogió una copia de la imagen pintada en 1709, conocida como “Nuestra Señora de la Encina”, que se venera en Poggio Prato (Italia). Fue el beato Antonio Baldinucci que la mandó hacer para llevarla consigo en sus misiones. La ternura de esta imagen y la predicación del misionero causaba arrepentimiento en los pecadores. Esto hizo que algunos empezaran a darle el título de “Refugio de Pecadores”. Esta misma imagen se conserva ahora en Frascati, cerca de Roma.

Llegó a México por iniciativa de algunos misioneros, quienes en el mismo siglo XVIII la llevaron allí para exponerla a la devoción del pueblo y educarlo a pedir por la conversión de los pecadores.

ORACIÓN

Oh piadosísima Virgen Maria, madre y refugio de pecadores a quien el Dios de las venganzas cedió el imperio de la misericordia; ya que en aquel riguroso Juicio no podré acudir a vuestra intercesión, os suplico ahora que me alcancéis la gracia de una sincera penitencia, y de una perfecta enmienda de mi vida, a fin de que al comparecer después de mi muerte ante el divino tribunal, merezca una sentencia favorable de eterna salvación. Por los méritos de vuestro Hijo, nuestro Señor, que en unión del Padre y del Espíritu Santo, vive y reina por todos los siglos de los siglos. Amén.


Dime, Señora, di,
cuando parta de esta tierra,
si te acordarás de mí.
Cuando ya sean publicados
mis tiempos en mal gastados
y todos cuantos pecados
yo mezquino cometí,
si te acordarás de mí.
En el siglo duradero
del juicio postrimero,
do por mi remedio espero
los dulces ruegos de ti,
si te acordarás de mí.
Cuando yo esté en la afrenta
de la muy estrecha cuenta
de cuantos bienes y renta
de tu Hijo recibí,
si te acordarás de mi.


Juan Alvarez Gato (1445-1510)


Leer más: http://devocioncatolica.blogspot.com/