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segunda-feira, 3 de maio de 2010

D. Javier Leoz: Flores sacerdotales a la Virgen


 



1. “He aquí la esclava del Señor” (Lc 1,26) Brindémonos generosamente por nuestras comunidades. Alejémonos de aquello que nos impide volcarnos de lleno en la misión que la Iglesia nos ha confiado. Muchas veces el “no puedo” esconde justificaciones acomodos personales. 2. “Haced lo que El os diga” (Jn 2,5) No perdamos la esperanza. Recuperemos o intensifiquemos el gusto por la oración. No recemos para que se nos vea pero, ¡por qué no!, que nuestros fieles comprueben que los sacerdotes nos arrodillamos y rezamos. 3. “Maravillas hizo en mí el Poderoso” (Lc 1,39) Demos gracias a Dios por el don del sacerdocio. Rememoremos aquellos momentos en los que, diciendo “si” nos estremecimos ante la llamada de Dios. Hablemos a nuestros amigos y parroquias de nuestra propia vocación. 4. “Hágase en mí según su Palabra” (Lc 1,38) Proclamemos con valentía y con claridad la Palabra de Dios. Preparemos con más interés la homilética. Miremos las situaciones que nos rodean y, a la luz de la Palabra, orientemos aquello que produce sufrimiento, dudas o deserción 5. «¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte.» (Mt 12,46) Busquemos y encontremos en el rostro sufriente de nuestros hermanos, la voluntad de Dios. No nos encerremos en nuestras seguridades, en nuestros templos, en el “siempre se ha hecho así”. Seamos receptivos y demos facilidades para el sacramento de la confesión. 6. «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?»(Mt 12,46ss) Esforcémonos por salir de los mínimos. Nuestro sacerdocio es mucho más que un cumplir el expediente o convertirnos en simples funcionarios. Desempeñar la voluntad del Señor, en muchos momentos, implica ir en contra de nuestra propia comodidad. 7. «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”(Lc 1,26ss) Vivamos con alegría este mes de mayo. Comprometámonos, junto con María, en la vivencia pascual de estos días. Manifestemos la alegría de ser sacerdotes: una oración preparada, un rosario sacerdotal, una peregrinación a un santuario mariano. 8. “En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel”(Lc 1,39) No nos quedemos lamentándonos en aquello que nos ha producido dolor o sorpresa. El Señor va por delante. Nuestras cruces, en muchos casos, son más pequeñas que aquellas que a muchos hermanos nuestros les hiere sus vidas. Salgamos, como María, al encuentro de los demás. 9. “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (Lc 1,28) Proclamemos, especialmente en este mes de mayo sacerdotal, las virtudes de María. ¿Por qué no dirigir nosotros personalmente el rezo del rosario? A veces, nuestra presencia y nuestra presidencia, dan doble valor o despierta más el interés a las cosas de Dios. 10. “¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!”(Lc 1,45) Vivamos según aquello que creemos. Transmitamos a nuestros fieles la esperanza de que Dios nunca falla. Renovemos, con la eucaristía y la oración, nuestra consagración al Señor. Cantemos el credo en las misas dominicales. 11. “María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón”(Lc 2,19) Dediquemos algún momento a la oración mariana. Coloquemos, en un lugar significativo, una imagen de la Virgen María. Abramos nuestros templos y potenciemos algunas oraciones marianas: el rezo del ángelus, el santo rosario, una ofrenda semanal, la visita al santísimo. 12. “Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él” (Lc 2,33) Que nuestros fieles nos vean entusiasmados y contentos con nuestro Ministerio. Que, en este mes de mayo, incorporemos alguna oración especial –en la eucaristía o en el rosario- en acción de gracias por nuestra vocación sacerdotal. 13. “Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción - ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma” (Lc 2,33-35) Que las cruces personales o ajenas no sean más grandes que nuestra capacidad para hacerles frente. Miremos al pie de la cruz. Debajo, está María. Visitemos a los enfermos. 14. «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.»(Lc 2,48) Que no nos cansemos de buscar y de proponer a Cristo como modelo para nuestras familias, para nuestros pueblos, barrios o ciudades. ¿No sería bueno, en este mes de mayo, indicar un libro o textos marianos a nuestras comunidades? 15. «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!»(Lc 11,27) Seamos agradecidos con nuestras familias. Recordemos, especialmente en este mes de mayo, a nuestras madres. Ellas nos llevaron en su seno. Nos acercaron a su pecho. Rezaron por nosotros. ¿Por qué no encender un cirio ante la Virgen por nuestros padres? ¿Por qué no rezar un misterio del Rosario por nuestras familias? 16. «No tienen vino.»(Jn 2,3) Confiemos a la Virgen María la escasez y las dificultades de nuestra Iglesia, de las familias que componen nuestra parroquia. Un buzón mariano para acoger las peticiones escritas de los fieles conseguirá dos cosas: oraciones y un incentivo para visitar una iglesia abierta con la Virgen aguardando. 17. «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» (Jn 19,26) Postrémonos ante María antes de acostarnos. Saludemos a la Madre con motivo del nuevo día. Facilitemos, en un pequeño folleto, algunas oraciones o poesías dedicadas a la Virgen María. 18. «Ahí tienes a tu madre.»( Jn 19,26ss) Organicemos alguna actividad extraordinaria con motivo del mes de mayo. La visita domiciliaria de una capilla de la Virgen. Una procesión mariana con toda la catequesis o con todos los grupos que componen la parroquia. El final de curso puede ser una llamada, en este año sacerdotal, a dejar todo lo sembrado a los pies de María 19. “Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos (Hch 1,14) Suscitemos, allá donde sea posible, algún movimiento mariano, la suscripción a alguna publicación mariana. Como sacerdotes estamos llamados a indicar que, María, es un camino excelente para llegar hasta Cristo. 20. “Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (Ap 12,1) Proporcionemos a nuestros fieles una estampa con la imagen de la Virgen que se venera en cada parroquia o con la que más devoción inspire. Que no falte en ella una oración mariana.

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