Gerbera
Mes de mayo
Día 30
Fiel es aquella persona sobre "la que puedes apoyarte". Fiel es la persona "digna de confianza", "la que permanece", aquella en la que encuentras "ayuda".
La Historia de la Salvación evidencia la fidelidad de Dios para con el género humano. Dios se revela como el Dios de la Alianza que permanece siempre fiel a su pueblo elegido, aún cuando su pueblo le responde con la infidelidad.
"Es doctrina segura: Si con él morimos, viviremos con él; si con él sufrimos, reinaremos con él; si lo negamos, también él nos negará; si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo" (2 Tim 2, 11-13)
Dios permanece siempre fiel porque Dios es Amor y no puede negarse a sí mismo. La fidelidad es el sello de contraste que garantiza la verdad del amor.
El Señor encontró en María una criatura enteramente fiel a su amor. Tan digna de confianza como para encomendarle a su propio Hijo y encomedarle la misión materna sobre su Iglesia y sobre el mundo entero.
Dios se apoyó en el Sí de María para llevar a cabo su obra redentora, el plan de salvación trazado desde antiguo. Quiso y pudo apoyarse en Ella porque conocía la pureza de su corazón, la verdad del Sí pronunciado con el que aceptaba todas las consecuencias.
El sello de contraste de la fidelidad y del amor de María a Dios se manifiesta en toda su grandeza y profundidad cuando la vemos plantada como árbol vigoroso a los pies de la Cruz de su Hijo.
María es la Mujer, la Madre que "siempre permanece".
María permanece siempre disponible a la voluntad de Dios sobre Ella.
Permanece siempre al servicio de su Hijo.
María permanece al lado de Jesús, ofreciendo su apoyo maternal, cuando el Hijo es incomprendido y rechazado.
María permanece junto a Jesús cuando los demás lo abandonan.
Ella permanece siempre, en todo momento.
María permanece activamente al lado de la Iglesia naciente a la espera del envío del Espíritu Paráclito. En torno a Ella se fragua la unidad de los Apóstoles y de los discípulos del Maestro.
María permanece después de la Crucifixión, de la Resurrección y de la Ascensión de Jesús a los Cielos. Y porque la Madre permanece, permanecen la fe y la esperanza de sus hijos.
¡Qué importante para nosotros esta fidelidad de Dios! ¡Qué importante y consoladora es esta verdad de la fidelidad de María!
En Dios y en nuestra Madre siempre encontraremos el apoyo que necesitamos cuando el suelo parece abrirse debajo de nuestros pies.
En ellos encontraremos apoyo cuando las fuerzas nos abandonen.
El Señor y Maria siempre permanecerán junto a nosotros cuando nos sintamos abandonados o rechazados. ¡Jesús y María permanecen siempre a nuestro lado!
Jamás hemos de dudar en acudir a Jesús y a María en busca de la ayuda que necesitamos. Jamás debiéramos dejar de confiar en ellos. ¡Confiar siempre! ¡Confiar hasta el fin en Jesús y en María! ¡Confiar en la fidelidad de su amor por nosotros!
Aprendamos de nuestra Madre esta virtud de la fidelidad para que nuestro amor a Dios y al prójimo sea un amor verdadero y auténtico. Contemplando a María aprendemos que la fidelidad no es virtud para momentos puntuales o situaciones extremas.
¡La fidelidad no se improvisa!
El corazón fiel se va haciendo paso a paso, día a día, con la ayuda de la gracia de Dios y con la lucha personal.
Un corazón fiel es fruto de un amor que se renueva a cada instante y que va a apostando por la fidelidad en cada una de las cosas más sencillas y ordinarias del día a día. Así nos lo enseña Jesús cuando dice: "El que es de fiar en lo poco, lo es también en lo mucho. Y el que es injusto en lo poco, lo es también en lo mucho" (Lc 16, 10)
El camino de la fidelidad, al igual que el camino de la santidad, se va recorriendo paso a paso.
"Así habla el Señor: ¡Maldito el hombre que confía en el hombre y busca su apoyo en la carne, mientras su corazón se aparta del Señor! El es como un matorral en la estepa que no ve llegar la felicidad; habita en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhóspita. ¡Bendito el hombre que confía en el Señor y en él tiene puesta su confianza! El es como un árbol plantado al borde de las aguas, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme cuando llega el calor y su follaje se mantiene frondoso; no se inquieta en un año de sequía y nunca deja de dar fruto. Nada más tortuoso que el corazón humano y no tiene arreglo: ¿quién puede penetrarlo? Yo, el Señor, sondeo el corazón y examino las entrañas, para dar a cada uno según su conducta, según el fruto de sus acciones" (Jer 17, 5-10).
Hemos de velar de continuo sobre nuestro corazón para que la infidelidad no eche raíces en nosotros.
Pidamos a María la gracia de la fidelidad y la fortaleza para que se vaya arraigando en nuestro corazón siendo fieles a Dios, a nuestra conciencia y al prójimo en todas y cada una de las acciones y decisiones del día a día.
Fruto: La fidelidad en las cosas pequeñas
P. Manuel María de Jesús