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La Señora de Todos los Pueblos, Holanda (31 de mayo)
El título de Madre y Señora de Todos los Pueblos ( 11 de febrero)
La imagen de la Señora de Todos los Pueblos
La oración de la Señora de Todos los Pueblos
La vidente Ida Peerdeman
El dogma María Corredentora, Medianera y Abogada pedido por Nuestra Señora de Todos los Pueblos
Algunos antecedentes sobre la Corredención
Por qué ahora es el tiempo para un dogma de María Corredentora, reportaje a Mark Miravalle, Presidente de Vox Populi
Estado de la Doctrina de la Corredención de María
María Corredentora: respuesta a 7 objeciones comunes
Petición en español del Quinto Dogma Mariano a Benedicto XVI
Los mensajes de La Señora de Todos los Pueblos
MENSAJE 1
25 de marzo de 1945 (Fiesta de la Anunciación a María, Domingo de Ramos)
Estábamos muy entretenidos hablando, cuando de repente me sentí atraída hacia la habitación de al lado y de pronto vi salir una luz.
Yo me levanté y fui hacia allí. La pared desapareció ante mis ojos y todo lo que allí estaba había desaparecido. Era todo un mar de luz y un vacío profundo. Y de esa profundidad vi surgir de pronto una figura viviente, una silueta femenina. La vi a mi izquierda, sobre mí, vestida con un traje largo y blanco y con un cinturón; realmente femenina. Estaba con los brazos extendidos hacia abajo y con las palmas de las manos abiertas. Mientras la contemplaba, tuve una sensación extraordinaria. Pensé: “Tiene que ser la Santísima Virgen, no cabe duda”.
Entonces, la figura empieza a hablarme y me dice: “Repite lo que digo”. Ella habla muy despacio y yo empiezo a repetir palabra por palabra. Ella levanta primero tres dedos, luego cuatro y después cinco, mientras me dice: “Ese 3, es marzo. El 4, es abril. Y el 5, es el 5 de mayo”. (5 de mayo de 1945: Anunciación de la liberación de Holanda de la ocupación alemana.)
Entonces Ella muestra el rosario y dice: “Es gracias a esto. ¡Perseverad!” Se detiene un instante y dice: “Hay que difundir la oración”. Después veo a mi alrededor muchos soldados, son aliados, y La Señora los señala. Entonces toma la crucecita del rosario y señala el crucifijo. Indica de nuevo a los soldados. Yo comprendo que ese debería ser el apoyo de la vida de los soldados, porque la voz dice: “Ahora éstos se irán pronto a casa”. Y señala a las tropas.
Mis hermanas y el Padre Frehe se acercaron a mi lado, de pie. Oyendo él que yo hablaba, dijo a una de mis hermanas: “Escribe lo que dice.” Después de haber dicho un par de oraciones, le oí decir: “Oye, pregúntale quién es.” Y entonces yo pregunto: “¿Es usted María?” La figura me sonríe y responde: “Me llamarán La Señora, Madre”.
Esa imagen desaparece ante mis ojos y después me miro la mano. Entonces colocan una cruz delante de mí, y yo tengo que levantarla. Yo la levanto lentamente y es muy pesada. Después que la figura dijo todo, se fue lentamente. A continuación desapareció también la luz y a mi alrededor en la habitación vi todo como siempre.
MENSAJE 2
21 de abril de 1945
De repente me veo llevada a una iglesia. Entonces me digo: “Estoy frente a un altar especial y veo la imagen de La Señora.” Es una imagen de La Señora, como la vi la primera vez. Se encuentra rodeada de flores. Hasta en los peldaños del altar veo una enorme cantidad de flores. Miles de personas están arrodilladas ante el altar.
La imagen me mira y amonesta con el dedo. Tres veces dice: “Vosotros, hombres, conservaréis la paz si creeis en Él. Difunde esto”. Diciendo así, La Señora me pone un crucifijo en la mano y señala el crucifijo, que tengo que mostrar a mi alrededor.
Después me lleva como afuera de la iglesia, y allí, frente a mí, veo un vacío infinito. Pero mientras miro el vacío, veo en él cabezas humanas.
Entonces es como si tuviera que sacar de acá y de allá alguna que otra, y la imagen me dice: “Son personajes que otra vez están planeando algo”.
Entonces veo una escena de gentes que huyen y se alejan, y en mi interior percibo: “Esto es el éxodo de los hebreos de Egipto”.
Mientras La Señora indica el éxodo, dice: “Pero Israel resurgirá”.
Sobre la escena del éxodo, veo en las nubes una figura de Dios Padre. Se cubre los ojos con las manos y La Señora me dice: “Y Yahvé se avergüenza de su pueblo”.
Después veo muy claramente la escena de Caín y Abel. Y allí hay realmente una gran mandíbula de asno. Veo a Caín huir. A continuación, veo a alguien con una túnica larga, con barba, y en sus manos dos tablas de piedra. Las tablas están escritas en un idioma que no conozco. Entonces las dos tablas se hacen añicos. Veo los pedazos tirados en la arena.
Después, soy puesta de nuevo ante el altar y veo como una procesión que pasa afuera de la iglesia.
La Señora me la indica y dice: “Esa es la procesión del Milagro de Amsterdam”. Veo pasar la procesión por el centro antiguo de la ciudad. Hay también un sacerdote que camina delante con Nuestro Señor. Entonces veo que la procesión se dirige de repente hacia esta parte (el sur de Amsterdam), hacia una explanada. Después todo desaparece.
MENSAJE 3
29 de julio de 1945
Oigo otra vez esa voz y veo de repente un altar para sacrificios antiguo. El humo desciende.
Oigo esa voz que dice: “Yahvé advierte a su pueblo.” Entonces oigo: “Sed fieles. Han dispersado a mis ovejas”. Al oír estas últimas palabras, veo ovejas que se separan y que se van por todo el mundo.
La Señora planta ahora una Cruz sobre el altar de los sacrificios y entonces veo como si el mundo entero estuviera allí alrededor. Sin embargo, todos están cabizbajos y apartados de la Cruz.
Entonces oigo: “Venid, fieles”. Y veo que se pasa un cáliz entre la multitud. “Pero para una parte es inútil” oigo decir.
Tengo que mirar hacia arriba y de repente veo a La Señora de pie, que sonríe, extiende los brazos y dice: “Ven”.
Ante mí se encuentra una multitud de toda clase de hombres: señores, hombres fuertes; también sacerdotes y religiosos, vestidos de negro. Hay entre ellos gente buena y menos buena. La Señora los invita a ir con Ella. Ahora veo un camino largo y difícil ante a mí y al final una luz resplandeciente. “Eso es” dice La Señora y con un gran gesto indica a los hombres que tienen que ir por dicho camino. Es difícil y fatigoso; algunos caen por los dos lados.
La Señora los mira con materna solicitud y les sonríe siempre. Entonces veo escrito ante a mí: “Volver a la vida con Cristo”.
Después de esto La Señora mira triste y dice: “Inglaterra me volverá a encontrar”. Hace una pausa y entonces dice bajo y lentamente: “También América”. Entonces La Señora se va lentamente y veo una niebla extraña que se extendiende sobre el mundo.
MENSAJE 4
29 de agosto de 1945
Veo a La Señora de pie. Me indica que tengo que mirarme la mano. Veo como si de ella salieran cosas extrañas. Veo una gran tristeza; me la ponen en la mano y tengo que mirarla. Cuando miro mi mano, siento que me sobreviene una gran tristeza. La Señora sonríe y dice: “Pero después vendrá la alegría”. En ese momento puedo sentir también la alegría. Veo rayos, rayos luminosos.
Después veo grandes edificios, iglesias. Aparecen toda clase de iglesias, no sólo católicas. La Señora dice: “Tiene que formarse una sola Comunidad”. Al oir estas palabras siento unos terribles dolores en mi mano. Estas iglesias serán azotadas por tormentas.
La Señora muestra ahora tres Papas. A la izquierda, en lo alto, está el Papa Pío X. En medio está nuestro Papa, Pío XII, y a la derecha veo un nuevo Papa. (Cuando en 1963 el cardenal Montini fue elegido Papa (Pablo VI) y la vidente lo vió en la televisión, lo reconoció inmediatamente como el tercer Papa de la visión.) La Señora señala los tres Papas y dice: “Estos tres son una época. Este Papa y el nuevo (Pablo VI) son los luchadores”.
Entonces La Señora señala una nueva guerra, pero extraña, para mucho más tarde, que ocasionará terribles desastres. (Ida reconoció en 1991 la guerra del Golfo y los misiles, que entonces no se conocían, por ello dice “guerra, pero extraña”.)
Ahora veo pasar filas de jóvenes eclesiásticos. La Señora dice: “Sin embargo, hay mucho que cambiar en la Iglesia. La formación de los eclesiásticos tendrá que ser modificada; más moderna, una formación que sirva para este tiempo, pero buena, con el buen espíritu”. La Señora dice esto último con fuerza. Veo de repente una paloma que vuela alrededor de mi mano. La agarran, pero ella sigue volando alrededor. La paloma emana nuevos rayos. Entonces La Señora señala al Papa y dice: “Hay que dar mayor espacio, más espacio social. Diversas tendencias se inclinan hacia el socialismo, lo cual está bien, pero eso puede hacerse bajo la dirección de la Iglesia”
La Señora pone un rostro afligido y dice: “Hay muchísimo que cambiar en la formación”. Veo enormes corrientes contrarias; muchas oposiciones en contra de eso en la Iglesia. Y entonces La Señora se va de repente.
MENSAJE 5
7 de octubre de 1945.(Fiesta de Nuestra Señora del Rosario)
Veo un sol y una media luna, y percibo en mi interior: Eso es el Extremo Oriente. En China veo una bandera roja. (Cuatro años más tarde, en 1949, después de una terrible guerra civil, se declaró la República Popular de China Comunista y su nueva bandera.) Después veo musulmanes y otros pueblos, veo por un lado rojo y por el otro negro, pero este último mucho menos. Oigo esa voz que dice: “Es como si se encogiera”.
Entonces veo un camino largo y hermoso. Tengo que ir por ese camino, pero siento como si no tuviera ganas. Yo represento a la humanidad. Entonces voy por ese camino. Estoy tan cansada, pero de todas formas he de proseguir, aunque sea muy despacio. Estoy al final del camino y me encuentro ante un castillo grande, con torres. La puerta se abre de adentro hacia afuera. Una mano me invita a entrar, pero yo no quiero. Es como si quisiera echarme atrás; pero de todas formas entro. Alguien me toma de la mano y veo a la Dama de blanco, a La Señora.
Me sonríe y me dice: “Ven”. Siento dolor en mi mano y casi no lo soporto, pero La Señora me la tiene fuerte y proseguimos juntas.
Llego a un jardín hermoso, magnífico, muy diferente de los que se ven aquí en la tierra. La Señora me lleva a un sitio y dice:
“Ésta es la Justicia; ellos tienen que buscarla allá afuera y volver a encontrarla, porque si no el mundo se perderá de nuevo”.
Mientras La Señora dice eso, indica hacia afuera. Es como si yo pudiera sentir la Justicia. ¡La mano me duele tanto! no lo soporto, pero La Señora sonríe y seguimos.
Vamos a otra parte del jardín. La Señora dice, mientras mueve el dedo como advirtiendo: “Esta es la Verdad. Escucha bien. También la Verdad está aquí dentro, pero no ahí afuera, en absoluto” dice de nuevo. También la Verdad llega a mí como una sensación. Quiero soltarme de su mano y digo: “¡Es tan pesada!”.
Pero entonces La Señora me señala algo y es como si yo, volando como un pájaro, me encontrara sobre algo. Levanto dos dedos y veo de pronto a nuestro Papa y allá abajo el Vaticano. Después veo toda la Iglesia de Roma.
Sobre el Vaticano, en el aire, veo escrito con letras grandes y claras:“Encíclicas”.
“¡Ése es el buen camino!” me dice La Señora con fuerza. “Pero no son puestas en práctica añade tristemente. Veo de nuevo el Vaticano y toda la Iglesia Católica a su alrededor. La Señora me mira y se lleva un dedo a los labios, diciéndome: “Esto es como un secreto entre tú y yo” y de nuevo se pone el dedo sobre los labios y dice en voz muy baja: “No siempre ahí tampoco…” Me sonríe de nuevo, me mira como dándome ánimo y luego dice: “Pero puede arreglarse”.
Y entonces veo otras iglesias de diferentes confesiones. La Señora levanta el dedo advirtiendo y dice, mientras me muestra otra vez toda la Iglesia Católica: “Sin duda la Iglesia Católica puede crecer, pero…”
Entonces se detiene y veo pasar ante mí filas enteras de clérigos, de estudiantes, de monjas, etc. La Señora mueve otra vez la cabeza y dice con énfasis: “Es muy triste, pero todo eso no sirve para nada”. Y otra vez dice: “Todo eso no sirve para nada”. Ella mira seriamente a su alrededor e indica a los estudiantes, sacerdotes y religiosos, diciendo con tono firme: “Una mejor formación, conforme a los tiempos, más moderna, más social”.
Entonces veo volar sobre nuestra Iglesia una paloma negra. Yo digo: “No blanca, sino negra”
La Señora señala la paloma y dice:
“Ese es el viejo espíritu, que tiene que desaparecer”. Veo de repente que esa paloma se transforma en una paloma blanca. La Señora dice: “Esta es una nueva Paloma, blanca. Ella envía sus rayos por todas partes, porque el mundo se está tambaleando; un par de años más y el mundo se destruiría, pero Él vendrá y restaurará el mundo. Sin embargo…” La Señora se detiene un instante “…tienen que escuchar”. La Señora acentúa la palabra “tienen”, como si advirtiera de nuevo. Luego dice: “Los hombres quieren salir de aquí, no quieren estar en este lugar, ya no les interesa”.
Entonces me lleva de nuevo y seguimos hasta el fondo del jardín, hasta que llegamos ante una gran Cruz. “Tómala. Él la llevó antes que tú” dice La Señora. Yo rehúso y siento como si todos los hombres de todo el mundo hicieran lo mismo y volvieran la espalda a la Cruz. Me tira de la mano y veo que La Señora está de nuevo delante de mí, con su mano en la mía, y me dice otra vez: “Ven”.
Y ahora veo una Figura resplandeciente, luminosa, con un vestido largo, que va caminando delante de nosotros. Es la figura de un hombre, pero todo espiritualizado. Lleva una cruz grandísima, como arrastrándola por tierra. No veo su rostro; es todo un rayo de luz. Va por el mundo con la Cruz, pero nadie Lo sigue. “Está solo” me dice La Señora. “Va solo por el mundo y todo seguirá de mal en peor hasta que en un cierto momento suceda algo grave y de repente la Cruz quede plantada en medio del mundo. Ahora sí que tienen que mirar, quieran o no”.
Entonces veo muchas imágenes extrañas. Veo caer cruces gamadas (cruces nazis) bajo la Cruz, las veo caer. Después veo estrellas; todas caen; hoces y martillos: todo cae bajo la Cruz. Veo rojo; lo rojo no desaparece del todo. La Señora dice: “Todos miran hacia arriba. Ahora, de repente, sí que quieren, pero a costa de… Estaba todo negro sobre el globo, pero ahora todo está iluminado. Ya ves que nada tiene importancia”.
La mano se me vuelve más ligera. Después veo de nuevo a La Señora de pie, con el rosario, y dice: “Seguid rezando; ¡todo el mundo!”. Ella señala la Cruz y dice: “Todo el mundo tendrá que volver a ella, desde el más grande al más pequeño, tanto el pobre como el rico; pero costará mucho”.
Ahora veo el globo terrestre ante mí, y La Señora, poniendo un pie sobre él, dice: “Yo pongo el pie sobre el mundo. Yo los ayudaré y los conduciré hasta la meta, pero tienen que escuchar”. Entonces todo desaparece ante mis ojos.
MENSAJE 6
3 de enero de 1946
Oigo aquella voz decir: “Inglaterra, ¡cuidado!” Entonces veo Inglaterra y en Inglaterra una iglesia grande. Percibo en mi interior: Abadía de Westminster. Luego veo un obispo; no es de nuestra Iglesia. Percibo en mi interior: ése es un obispo de Inglaterra.”Lucha”. Me siento tan extraña, y es como si todo mi interior cambiara, no sé explicar cómo.
Miro de pronto hacia arriba, a mi izquierda y veo otra vez a La Señora de pie. Está toda vestida de blanco y está un poco en alto. Me señala algo. Yo miro, y veo Inglaterra otra vez ante mí. La Señora me dice: “Habrá una lucha en toda Europa y afuera también”. Un sentimiento pesado y paralizador y un gran cansancio espiritual se apoderan de mí. La Señora dice: “Es una grave lucha espiritual”.
Entonces La Señora me dice: “Ven” y señala mi mano. Es como si en ella me pusieran una cruz. Ahora La Señora indica lo que tengo que hacer. Yo paso alrededor de la tierra con la cruz en la mano y tengo que mostrarla. Entonces La Señora me dice: “Sí, mira esa Cruz”. Lo hago, y mientras la miro, la cruz desaparece de mi mano y cierro el puño. También esto he de mirarlo. Entonces dice La Señora: “Ahora mira otra vez la Cruz”. Y la cruz está de nuevo en mi mano. La Señora amonesta con el dedo y dice:
Ahora veo diferentes cosas dando vueltas ante mis ojos; comunismo y una especie de corriente nueva que vendrá, una combinación de símbolos nazis y de comunismo.
La Señora dice: “Después veo otra vez ese obispo, que tiene que ver con Inglaterra. La Señora me la señala, y entonces veo sobre la cabeza de ese obispo la palabra Los cristianos se cansarán de luchar”. Ella acentúa la palabra “cansarán”, y yo siento un cansancio espiritual que se apodera de mí. La Señora señala algo delante de mí y veo un arenal, un desierto. Allí colocan un púlpito. Luego desaparece el púlpito y vuelvo a ver rápidamente el desierto ante a mí. Oigo una voz que grita algo en un idioma extraño, antiguo. Esta escena se repite un par de veces rápidamente ante mis ojos.
Después La Señora señala algo y veo el Vaticano. Es como si diera vueltas en medio del mundo. En el Vaticano veo el Papa con la cabeza levantada y dos dedos en alto. El Papa mira seriamente adelante y yo me doy tres golpes de pecho.
Después veo de pronto a alguien a caballo y con armadura. Cuando pregunto quién es, me responden: “Juana de Arco”. Detrás de ella veo de repente surgir una gran catedral. Yo pregunto qué iglesia es y oigo dentro de mí: “Esa es la Catedral de Reims”. Veo entonces venir un cortejo que va hacia la iglesia. Es un cortejo de tiempos antiguos, con alguien a caballo que lleva un escudo y una espada; a su alrededor hay muchos escuderos. Yo oigo: “Borbón”. Siento entonces: Eso es para más tarde.
Después tengo que mirarme las manos y yo represento a la humanidad. “Están vacías”, le digo a La Señora. Ella mira y entonces tengo que juntarlas, levantando los ojos hacia Ella. La Señora me sonríe; es como si bajara un peldaño, y dice: “Ven”. Luego es como si fuera con Ella por el mundo. Después siento un enorme cansancio y le digo a La Señora: “Estoy tan cansada, tan desesperadamente cansada”. Siento el cansancio en todo el cuerpo. Pero La Señora me lleva aún más lejos. Entonces miro hacia delante y veo ante mí con letras grandes la palabra “Verdad”. La leo en voz alta y proseguimos. La Señora menea la cabeza. Mira muy seria y triste y me dice: “¿Ves tú la caridad?”
Me miro de nuevo las manos y digo: “Estas manos están vacías”. La Señora me toma otra vez de la mano y seguimos adelante.
Mientras veo ante mí un enorme vacío, oigo que La Señora pregunta: “Justicia, igualdad, ¿dónde está todo eso?”
Entonces veo otra vez la Cruz en el centro del mundo, y La Señora la señala. Yo tengo que llevarla, pero vuelvo la cabeza. Parece como si yo representase a la humanidad y rechazara la Cruz. “¡No!” dice La Señora. “Hay que levantarla y ponerla en el centro. Habrá una categoría de hombres que lucharán, que lucharán por ella, y yo los llevaré a ella”. Mientras Ella dice esto, siento un horrible dolor en todo el cuerpo, hasta gemir. “Ay, cuanto duele”, le digo a La Señora. Después oigo una voz gritar muy fuerte: “¡Jericó!”, y La Señora vuelve a estar en pie en su lugar, en lo alto. Ella mira hacia abajo, me mira y dice: “Ha de ser anunciado lo que te he dicho, de lo contrario no habrá paz”.
Veo entonces al Papa ante mí, rodeado de un grupo grande de eclesiásticos y otros señores. “Parece que están en una conferencia”, digo yo. Hablan con vehemencia, a veces parece como si estuvieran enojados. La Señora dice: “Esa es la lucha espiritual, que se extiende por el mundo. Es más grave que la otra y el mundo es minado”.
Entonces voy como por encima de la tierra y es como si excavara el suelo. Parece como si me fuera enterrando cada vez más bajo tierra y que fuera por toda clase de pasadizos. Después todo se detiene de repente y oigo de pronto: “Aquí estoy”. Entonces oigo una voz que dice: “Ego sum” (En latín: “Yo Soy”), y digo en voz baja: “Y el mundo es pequeño”. Entonces La Señora dice, mientras señala con el dedo: “Ve y difúndelo“. Y de repente todo desaparece.
MENSAJE 7
7 de febrero de 1946
De repente veo a La Señora de pie. Amonesta con el dedo y dice: “Observa Europa y advierte a los pueblos de Europa”. La Señora mira muy seria y dice: “Ora et labora” (En latín: “Reza y trabaja”) Y de nuevo amonesta con el dedo. Entonces La Señora me enseña un lobo que va y viene ante mí. Este animal desaparece de pronto. Entonces Ella me muestra una cabeza de oveja y alrededor de ella unos cuernos entrelazados entre sí. Entonces dice La Señora otra vez: “Europa tiene que tener cuidado; advierte a los pueblos de Europa”.
Después Ella me muestra Roma. Veo muy claro el Vaticano, que da vueltas. Es como si La Señora me hiciera una señal con el dedo y dice: “Ven, obsérvalo bien”. Entonces alza tres dedos y a continuación toda la mano, los cinco dedos. Eso lo repite un par de veces delante de mí. “Mira bien y escucha”, dice Ella. “Oriente contra occidente”. Entonces oigo decir a La Señora otra vez:“¡Cuidado, Europa!”.
Ahora veo de pronto a Inglaterra delante de mí. La Señora da como un paso hacia abajo, como si pusiera el pie sobre Inglaterra. Miro bien, y veo que La Señora cruza los brazos y advierte de nuevo.
Le oigo decir: “Ay de ti, Inglaterra”. La Señora me hace una seña otra vez para que mire bien. En seguida veo Roma otra vez ante mí y veo al Papa sentado. El Papa tiene en la mano un libro abierto, que me muestra. No logro ver qué libro es. Entonces el Papa lo hojea por todas partes. Oigo decir a La Señora: “Pero ahí hay mucho que cambiar”, e indica donde se encuentra el Papa. Mira muy seria y sacude la cabeza. Otra vez La Señora levanta tres dedos y luego cinco. De pronto me siento confunsa y oigo que La Señora dice: “Otra vez vendrán nuevas calamidades sobre el mundo”.
Veo una planicie frente a mí; allí es depositado un enorme huevo. Y mientras yo miro, veo un avestruz que huye velozmente.
Después veo muchos niños negros delante de mí. Entonces veo de nuevo una advertencia y veo niños blancos. Se me muestra una representación en que Nuestro Señor está con los niños a su alrededor. Es una Figura luminosa la que veo. Oigo: “Dejad que los pequeños vengan a Mí”. Y veo que está escrito: “A los niños hay que educarlos en la doctrina cristiana”.
Luego veo delante de mí un fragmento de un mapa. Oigo: “Judá” y veo escrito: “Jerusalén”. Entonces veo de repente dos líneas con una flecha en los extremos. En un extremo está escrito: “Rusia” y en el otro: “América”.
Entonces es como si yo con La Señora estuviéramos paradas sobre el globo de la tierra. La Señora me señala algo y veo claramente la luna frente a mí. Algo llega allá volando; lo veo llegar a la luna.
Yo digo: “Ahí llega algo a la luna”. (Ida reconoció esta imagen, cuando en 1969 vio por televisión la llegada del hombre a la luna.) Es como si yo flotara en el espacio. Todo es extraño a mi alrededor y digo: “Una especie de fenómeno natural”.
Entonces oigo decir a La Señora: “Pueblos de Europa, reuníos. Esto aquí no anda bien”. En medio de Europa veo Alemania y es como si ese país quisiera salir de ahí. Entonces veo otra vez Inglaterra y ahora tengo que sostener con las dos manos fuertemente la corona. Es como si la corona oscilara y yo tuviera que tenerla firme sobre Inglaterra. Oigo: “Inglaterra, sé consciente de tu misión. Inglaterra, tendrás que regresar al Altísimo, The Highest”.
Y ahora La Señora se va de repente.
MENSAJE 8
25 de febrero de 1946
Veo una luz brillante y en lo alto veo a La Señora. Ella indica hacia abajo y veo Europa ante mí. La Señora mueve la cabeza. A sus pies veo pequeños angelitos que se cubren la cara con las alas. Hay una gran luz que rodea a La Señora. Cuanto más miro la tierra, más oscura se pone; La Señora me la indica.
De nuevo levanto los ojos hacia Ella. Me indica la tierra con rostro severo y ahí, en la oscuridad, veo escrito: “Verdad”. Veo otra vez los angelitos a los pies de La Señora, que de nuevo se cubren el rostro con las alas. La Señora me dice: “Tienes que advertirles. La Verdad se ha perdido”. Me pregunto: ¿Cómo puedo yo hacerlo? La Señora señala hacia abajo y dice: “Ve y difúndelo” y con el dedo indica el mundo. Allí veo muchos eclesiásticos y muchas iglesias, pero no claramente.
Otra vez La Señora señala el mundo y dice: “Busca a ver si puedes encontrarlo a Él”. Yo busco y busco, y le digo a Ella: “Me canso y siento un grande dolor”. De repente veo salir de Ella una Cruz grande y larga. Es como si alguien la arrastrara, pero no logro ver Quien es la Persona, sólo la Cruz. La Cruz va bajando por un largo camino a la tierra y de pronto la veo levantada en el centro del mundo. Miro otra vez a La Señora y veo una larga fila de personas que caminan; parecen peregrinos.
La Señora me dice: “¡Mira!”, y traza sobre el mundo un semicírculo, un arco. Parece que Ella escribe algo ahí, y leo en voz alta la palabra “Verdad”, puesta en el centro. Luego escribe una palabra a la izquierda, y leo “Fe”; después a la derecha y leo “Amor”. La Señora señala estoy dice: “Ve y difúndelo”. Entonces señala de nuevo el arco y dice: “Eso tiene que volver. Aparentemente hay, pero en realidad no lo hay”. Y mira muy afligida.
Después tengo que decir: “Calamidad tras calamidad, calamidades naturales”. Entonces veo escrita las palabras “Hambre” y “Caos Político”.
La Señora dice: “Ésto no es sólo para tu país, sino para todo el mundo”. Me da entonces un dolor tremendo y digo: “Ése es otro período de opresión y de dolor que vendrá sobre el mundo”.
Entonces veo la palabra “Desesperado”. Después vuelve la luz a mi alrededor y veo a La Señora que baja y me indica las tres palabras: “Verdad”, “Fe” y “Amor”. Le Señora sonríe y me dice: “Pero habrá que aprender muchísimo”.
Ella me indica de pronto a la derecha, y veo sentado alguien, con una larga barba blanca. Lleva un vestido largo y tiene dos dedos juntos levantados. Tiene un libro voluminoso bajo el codo y delante de él hay una llave grande. Desaparece esa imagen y La Señora dice otra vez: “Mira”, y me muestra ahora otra cosa. Es una piedra grande, sobre la cual yace un cordero. Oigo decir: “Ecce Homo”. (En latín: “He aquí al Hombre”.) De repente La Señora se va y también la luz.
MENSAJE 9
29 de marzo de 1946
Veo a La Señora otra vez de pie. Tiene un Niño en brazos. El Niño tiene una aureola en torno a su cabeza y brilla por todas partes. Es como si La Señora bajara y ahora la veo de pie sobre el globo de la tierra. La esfera terrestre gira debajo de Ella. La Señora me mira y dice: “Ven, sígueme”. Voy tras Ella y pareciera que camináramos sobre el globo. La Señora se vuelve hacia mí y me dice: “A Él… –indicando al Niño– …quiero traerlo de nuevo al mundo”.
Pero mientras dice eso, La Señora mueve la cabeza como diciendo que no. Yo miro al Niño y, mientras lo miro, el Niño se convierte en una Cruz. De repente, la Cruz cae delante de mí y se rompe en pedazos. Miro el mundo y veo que está en tinieblas. Entonces oigo exclamar a La Señora: “¡Tráelo de nuevo al mundo!”, indicando la Cruz rota.
Ahora veo de repente la Cruz, otra vez entera, plantada en el centro del mundo. A su alrededor hay toda clase de personas, que sin embargo vuelven la cabeza. Yo me siento muy cansada y se lo digo a La Señora, pero Ella me sonríe. Después la veo sentada en una especie de trono; tiene otra vez al Niño en su regazo. El Niño resplandece por todas partes.
La Señora dice: “Primero hay que volver a Él; sólo entonces habrá verdadera paz”. Ella acentúa la palabra “verdadera”. Entonces aparecen unas palabras, formando un arco, alrededor de La Señora. Tengo que leer en voz alta: “Verdad”.”¿Otra vez?”, digo, y miro a La Señora.
Ella asiente con la cabeza, como diciendo que sí. Esa está en el centro. Entonces leo a la izquierda: “Justicia” y a la derecha: “Caridad”.
Después de leer esto, veo a sus pies un león de piedra con una aureola de luz en torno a la cabeza. Detrás del trono, veo aparecer torres e iglesias y veo también obispos. “No son de nuestra Iglesia”, digo yo. Percibo en mi interior: ésa es la iglesia de Inglaterra. Mientras miro, se atraviesa una cruz en forma de X. Y veo que La Señora sonríe. El Niño sobre su regazo ya ha crecido; está ahora de pie y tiene un cáliz en la mano. Entonces veo una escalera al lado, y es como si yo subiera por ella. Llego arriba de la escalera y veo el siguiente símbolo: una X con una P encima. (Símbolo griego de Cristo.)
La Señora dice: “La religión va a sostener una dura batalla y querrán pisotearla. Eso será de una manera tan refinada, que casi nadie se dará cuenta. Pero yo advierto”. Ella mira muy seria e indica el cáliz. Le oigo decir: “Christi Regnum”, (En latín: “Reino de Cristo”) y después veo Jerusalén delante de mí; eso se me dice. Allí hay una lucha y veo unos sacerdotes armenios frente a mí. Después levanto dos dedos. Veo de nuevo a La Señora en su trono con todo alrededor, y veo ahora la iglesia inglesa, una iglesia rusa, una iglesia armenia y muchas otras más. Éstas dan vueltas y vueltas entre sí. La Señora mira preocupada y le oigo decir: “¡Roma, ten cuidado!” Ella dice estas palabras con fuerza y cierra el puño. Entonces La Señora desaparece de repente.
MENSAJE 10
9 de junio de 1946.(Pentecostés)
Veo a La Señora de pie. Amonesta con el dedo, como si se dirijiera al mundo: “Urbi et Orbi (En latín: “A la Ciudad (Roma) y al mundo”.) “En éste momento esto es lo más importante”.
La Señora baja y tiene en brazos un Niñito, un Niño glorioso, envuelto en pañales. Me hace un gesto de seguirla y yo voy tras Ella. La Señora pone el Niño en medio del mundo. El Niño se pone a llorar muy fuerte. La Señora indica al Niño y dice: “¡Hombres que estais a su favor, cuidado! No puedo advertiros lo suficiente”.
Después miro de nuevo ese lugar, pero el Niño ha desaparecido. La Señora mira el mundo muy preocupada y dice: “Entre los hombres ya no hay Justicia, Verdad y Caridad”.
Después, es como si La Señora mirara fijamente hacia adelante y en lo profundo y dice: “Calamidad tras calamidad. Por segunda vez les digo: mientras no haya eso, no habrá verdadera paz. Rezando y sobre todo trabajando por el bien; no sólo rezando. Trabajando y velando“.
Entonces veo de pronto que La Señora se pone a un lado. Se me muestra ahora una visión espantosa. Del otro lado vienen hacia mí demonios, como figuras que revolotean entre sí, con cuernos en la cabeza, patas raras y caras horrorosas. Entonces oigo decir a La Señora: “Les anuncio una nueva y gran calamidad sobre el mundo”.
La Señora dice esto con mucha tristeza, siguiendo sus avisos. Entonces dice: “Si la gente quisiera tan sólo escuchar”. Y otra vez mueve la cabeza, como diciendo que no.
Entonces veo un período corto y oigo: “Aparentemente todo va bien durante un breve período”. Después veo el globo de la tierra y La Señora lo señala. Veo luces brillantes y es como si el globo saltara en pedazos por todas partes. Entonces, La Señora indica el cielo. Ella está a mi derecha, o sea, a occidente y Ella señala a oriente. Veo muchas estrellas en el cielo y La Señora dice: “Viene de allá”.
Veo de pronto un capelo cardenalicio frente a mí; alrededor cuelgan unas cintas. Sobre él cae una X, como si ese capelo fuese tachado. Oigo a La Señora decir: “En Roma vendrá una lucha contra el Papa“. Veo en torno al Papa muchos obispos sentados y después oigo: “Catastrófico”. Entonces La Señora se va.
MENSAJE 11
4 de enero de 1947
Veo a La Señora de pie. Ella dice: “Buscad apoyo en lo verdadero”. Ella me hace sentir como si yo pasara la mano por el mundo y eso me produce un dolor tremendo. La Señora dice: “Así es el mundo en este momento”. Paso otra vez mi mano por el mundo. Veo una imagen del mundo, como lo veo siempre. Entonces esa imagen cambia y, de repente, se convierte en un mundo totalmente diferente. La Señora dice: “Ése es el mundo de más tarde; ése será muy pesado. El mundo se autodestruirá”. Ésto último, La Señora lo dice tristemente, como si quisiera advertir a la gente: Si seguís así, el mundo se destruirá a sí mismo.
Entonces parece que La Señora toma el globo de la tierra en su mano y lo hace girar, y dice: “Tiene que mejorar otra vez, pero…”
Miro a donde La Señora indica y veo toda clase de iglesias; me parece que no son iglesias católicas. En medio de ellas veo Roma. La Señora amonesta con el dedo y dice: “Roma, ¡estás avisada!” Después veo la iglesia de Inglaterra, eso se me dice; veo que en ella sucede un cambio.
La Señora da un paso hacia mí y dice: “Mira”. Veo entonces un conjunto de torres de iglesias, una junto a otra.
Entonces La Señora toma una barra de hierro, la pone alrededor de las torres y las ata. Lo miramos juntas. Entonces Ella suelta la barra y repite tres veces: “Arriba”. Mientras dice eso, levanta las manos un poquito cada vez. Entonces empieza a escribir palabras sobre esa iglesia, y yo leo en voz alta: “Caridad”; eso lo pone por encima y en medio de las torres. Después escribe a la derecha, pero más abajo: “Justicia”. Entonces va a la izquierda y allí escribe: “Verdad”.
Mientras tanto, oigo a La Señora decir: “Nada de eso se puede encontrar todavía, ¡cuántas veces ya lo he dicho!” Y mueve la cabeza con compasión. Veo entonces Roma.
La Señora indicándola dice: “No puedo advertirles lo suficiente, que tienen que seguir éstos principios de forma auténtica”. A continuación veo venir grandes cambios, que me hace ver La Señora.
Veo lo siguiente: grandes olas rojas, que penetran cada vez más en el mundo. Mientras miro, veo que avanzan cada vez más.
Oigo decir a La Señora: “Eso está bien, pero… tiene que ser más espiritual; realmente en la verdad, en la justicia y en la caridad”.
Después de eso, es como si años más tarde viera venir otras tendencias espirituales muy diferentes. La Señora dice: “Vuelvo a advertir a Roma una vez más. Tienen que tener mayor amplitud de miras, pero…”
Y mientras La Señora acentúa esas palabras, todo desaparece de repente.
MENSAJE 12
30 de agosto de 1947
Oigo esa voz y miro. Siento un sentimiento de opresión y oigo decir: “Hay una gran opresión”. Y veo claramente Italia extendida ante mí. Es como si allí se desatara una enorme tormenta. Tengo que escuchar y oigo: “Destierro”. Parece como si yo fuera sobre Italia y tuviera que propinarle golpes.
Entonces oigo: “Es como si allí cayera golpe tras golpe”.
Entre tanto, veo el norte de Italia y el extremo meridional, extendidos ante mí. En medio de éstos veo el centro de Italia, donde reina un escalofriante silencio. No hay gente, no hay nada, sólo un silencio de muerte. Entonces veo surgir una gran cúpula.
De repente empieza a llover sobre la cúpula, cada vez más fuerte y con gotas cada vez más grandes. Entonces veo que no son gotas normales, sino de sangre, que desde el cielo caen sobre la cúpula. A lo lejos veo una cruz iluminada y oigo: “Esto se convertirá en una gran lucha cristiano-política; política eclesiástica”.
Entonces veo de repente una gran sala en el Vaticano y allí está sentado el Papa. Parece que algo extraordinario sucede en el Vaticano.
La Señora dice: “Se están llevando a cabo encuentros secretos, repetidas veces. Se reúnen secretamente”.
La Señora indica alguien y percibo en mi interior: ése es un delegado de América (EE.UU.). Delante del Papa hay muchos papeles. La Señora dice: “Al Papa se le tiene informado de todo. Él está perfectamente enterado de lo que va a suceder. Aparentemente hay paz, pero en realidad no la hay; todo es un camuflaje para el mundo”.
Entonces tengo que pasarme la mano derecha dos veces sobre la izquierda y oigo: “Esto dará dos veces la vuelta”. Y veo una especie de periodo.
MENSAJE 13
7 de diciembre de 1947
Veo a La Señora de pie y oigo: “Roma amenazada”. Después aparece un gran “4″ frente a mí, y alrededor un círculo.
Entonces desaparece esa imagen y se presenta una Cruz ante mí, con los cuatro brazos iguales. También a su alrededor se forma un círculo y en medio de la Cruz leo: “IHS”. (En latín: Iesus Hominum Salvator: Jesús, Salvador de los hombres.) La levanto y la muestro a mi alrededor. En seguida veo multitudes de hombres en torno a mí. Todos miran la Cruz, pero muchos con antipatía.
Entonces veo venir grandes nubarrones sobre Europa y debajo de ellos pasan grandes olas que amenazan sumergir a Europa.
Entonces veo a La Señora de pie, en medio de una luz clara y brillante. Está vestida de blanco. Tiene los brazos extendidos y de sus manos sale un intenso haz de rayos. Tengo que abrir la mano con la palma hacia arriba, y es como si el haz de rayos penetrara en ella. Siento que me quema y me pincha. La Señora me sonríe y me señala la mano, haciendo un gesto afirmativo. No sé lo que significa.
Entonces el rostro de La Señora se llena de tristeza y aflicción. Señala los nubarrones y las olas y dice: “Primero tendrán que pasar por esa inundación y sólo entonces…”
Y luego veo esas mismas palabras escritas. Después de “sólo entonces” hay puntos suspensivos, como si siguiera algo que tiene que permanecer secreto. Entonces el rostro de La Señora se ilumina y veo el agua que se levanta como vapor. Es como si los rayos del sol la atravasaran por un instante.
De nuevo La Señora me señala la tierra y veo que todo se ha despejado. Y ahora veo gran cantidad de huesos humanos esparcidos por el suelo, cabezas, brazos y piernas a pedazos. Es una escena espantosa. Oigo decir a La Señora: “Eso es la perdición. Así pues, trabajad, trabajad…”
Entonces Ella señala hacia arriba y dice: “Lee”. Veo aparecer unas letras y leo: “Justicia”. Luego siento un terrible dolor en la mano; la mano la siento pesadísima. Después oigo a La Señora decir: “Vamos, sigue leyendo”. Y veo escrito en letras grandes: “Caridad”. Sobre eso veo venir estalactitas de hielo que gotean. Entonces oigo esa voz que dice: “¡Continúa leyendo!” Pero al querer leer, no puedo hacerlo, porque las llamas que envuelven las letras. Por un momento se disipan las llamas y leo: “Rectitud”.
Después, La Señora me indica algo y veo un cementerio militar, con filas interminables de cruces blancas. Las veo caer una por una; todas caen hacia atrás. La Señora indica de nuevo, y veo aparecer nuevas cruces blancas; las veo salir del suelo, hasta donde la vista me alcanza. Entonces oigo a La Señora decir: “Este es el mensaje que traigo hoy”. (Es la primera vez que La Señora habla de “mensaje”.)
Luego veo a La Señora alejarse lentamente de la luz. Siento entonces un gran vacío a mi alrededor y todo se oscurece en la tierr
MENSAJE 14
26 de diciembre de 1947
Veo de repente una luz brillante y siento que me entra un dolor en la mano; es igual a un haz de rayos. Veo a La Señora y Ella dice: “Vendrán calamidades de norte a sur, del sur al oeste y del oeste al este”. Veo ahora una cúpula redonda. Percibo en mi interior: ésa es una cúpula de Jerusalén, y oigo: “En torno a Jerusalén se librarán duras batallas”. De pronto veo claramente El Cairo y advierto una extraña sensación. Luego veo toda clase de pueblos orientales: persas, árabes, etc.
La Señora dice: “Será como si el mundo se rasgara en dos partes”. Veo ahora el mundo entero ante mí, y veo que se forma una enorme grieta; una hendidura que va zigzagueando y atraviesa todo el mundo, por encima del cual veo nubarrones.
Oigo decir a La Señora: “Vendrá mucho sufrimiento y miseria”. Entonces veo diferentes poblados orientales con techos blancos.
Siento algo pesado en mi mano y, mientras me miro la mano, aparece en ella una Cruz. Tengo que ponerla en el suelo. La Cruz es pesada y oscila por todas partes, de izquierda a derecha, de atrás a adelante. Por un momento parece como si se cayera hacia delante, pero después se endereza otra vez y es como si ahora fuera más ligera y bien plantada en el suelo.
Ahora tengo que mirar por tierra y veo huesos y cascos que yacen bajo la Cruz. Después aparece una gran llave en mi mano. Inmediatamente la dejo caer y cae entre los huesos y los cascos. Entonces veo filas de jóvenes que desfilan delante de mí. Son soldados.
Oigo esa voz que dice: “¡Ayudar a nuestros jóvenes con asistencia espiritual!” Entonces veo tumbas blancas; todas con pequeñas cruces blancas. Me da un dolor en la mano y veo América y Europa, una al lado de la otra. Después veo escrito: “Guerra económica, boicot, monedas, calamidades”.
A continuación veo diferentes figuras que se entrecruzan rápidamente unas con otras. Lo primero que logro distinguir son antorchas que despiden luz en tres direcciones: hacia el oeste, hacia el norte y hacia el este.
Luego veo cruzarse rayas azules y blancas, y luego estrellas. Después veo la hoz y el martillo, pero el martillo se separa de la hoz y ahora todo va dando vueltas por los aires. A continuación veo una media luna y un sol. También estas insignias pasan a través de los símbolos anteriores. Por último llega una especie de cabra montesa, con grandes cuernos inclinados hacia atrás. Parece un antílope africano, que da saltos grandísimos por encima de todo ello.
Mientras todo va volando como en un tornado, por la izquierda aparece un círculo, dentro del cual gira el globo de la tierra. Después de esto , veo de repente un gran reloj solar. Oigo a La Señora decir: “El reloj solar ya ha dado la vuelta”.
Entonces se me presenta una imagen extraña. Tengo que mirar el cielo; parece que dispararan algo en el aire. Algo pasa volando frente a mí, tan rápido, que casi no puedo verlo. Tiene forma de cigarro o de torpedo, y es de color aluminio. De pronto, veo que algo estalla en la parte posterior. (Misiles, armas bacteriológicas o atómicas, que entonces Ida no conocía.)
Con la mano percibo diferentes sensaciones terribles. Primero, una completa insensibilidad. Estoy viva, pero no vivo. A continuación veo imágenes espantosas de personas frente a mí. Veo caras, caras hinchadas, llenas de úlceras, como una especie de lepra. Luego siento enfermedades terribles y mortales: cólera, lepra; todo lo que esa gente tiene que sufrir.
Entonces eso desaparece y veo cositas negras flotando a mi alrededor. Intento saber qué es, pero no lo logro; parece como polvo muy fino. No puedo distinguir con mis ojos lo que es.
Es como si tuviera que mirar a través de algo, (microscopio) y allá abajo veo magníficos campos blancos y sobre ellos veo esas cositas negras, pero ahora agrandadas y como si tuvieran vida. No sé como explicarlo. Pregunto a La Señora: “¿Esos son bacilos?” Ella responde muy seria: “Es algo infernal”. Entonces siento que se me hincha la cara y todo el cuerpo. Siento que tengo la cara muy hinchada y toda rígida. No puedo moverme.
Oigo decir a La Señora: “Y eso lo están inventando” y luego en voz muy baja: “ese ruso, pero también los otros”. Después dice con fuerza: “Pueblos, ¡estais avisados!”. Y La Señora se va.
MENSAJE 15
28 de marzo de 1948
Veo a La Señora y dice: “Se tratará del derecho. Dentro de muy poco tiempo van a suceder cosas graves. Serán precedidas por caos, desorden, dudas y desesperación. Sobre la basílica de San Pedro vendrán densos nubarrones, que podrán disiparse sólo después de mucha lucha y dificultades; si no sucumbe. Todos los cristianos tienen que unirse. Eso irá acompañado de mucho dolor y miseria. Uníos todos, porque la lucha empieza. Las puertas se abren. Los pueblos de oriente se cubren el rostro con las manos en Jerusalén. Se dolerán con lamentos por su ciudad. Hay una fuente, en la que podeis lavaros todos”. (Rf.: Zacarías, 13,1)
Entonces veo escrito: “Justicia”, “Amor” y “Rectitud”.
La Señora dice: “Mientras estas palabras no estén escritas en la mente y los corazones de los hombres, no habrá paz a la vista”. Luego veo una Cruz plantada en el suelo. Una serpiente se enrolla en ella y todo se pone oscuro y negro a mi alrededor. A continuación veo una espada que pende sobre Europa y el oriente. De occidente llega una luz. Oigo a La Señora decir severamente: “Pueblos cristianos, los paganos os darán una lección”.
Después veo al Papa y en torno a él hay una guardia reforzada. Hay también otros a su alrededor; me parece que son todos eclesiásticos: obispos y cardenales. Mientras La Señora los señala, dice: “Cepos y trampas”. Después que La Señora ha dicho esto, me mira intensamente. Sobre la basílica de San Pedro se ciernen densos nubarrones.
Entonces La Señora dice a todos los que están sentados en torno al Papa: “Sed justos y actuad según vuestra doctrina. Tapaos los ojos con las manos y volved en sí”.
Entonces es como si de nuevo me pusieran una cruz en la mano y me duele. Es tan pesada que casi no puedo sostenerla. La Señora dice: “Sostenla fuerte”. Es como si grandes rayos salieran de la Cruz. Y de pronto, desaparece La Señora y también la luz.
MENSAJE 16
7 de mayo de 1949
Tengo que levantar dos dedos y entonces veo un obispo con ropaje pontifical. Veo después un féretro de piedra, sobre el que yace un alto prelado, también de piedra. A la cabecera del féretro hay un capelo cardenalicio y más arriba una espada y una corona. La espada está colocada un poco inclinada junto al capelo, y estando inclinado el féretro, la espada inclinada señala hacia abajo.
Entonces me colocan ante a una gran puerta. Ésta se abre y yo tengo que entrar. Delante de la puerta hay una persona con un vestido largo. Me da una sensación siniestra tener que dar ese paso más allá del umbral. Ahora veo que es La Señora. Ella dice: “Da ese paso”. Llegamos entonces a un gran espacio en forma circular. En ese espacio hay un vacío y una inmensa oscuridad. La Señora dice: “Esa es una mancha oscura. Ahí tienes que descender muy profundamente. Esa es la profundidad y la oscuridad de los tiempos”.
Entonces veo a La Señora sentada, vestida de luto y con un velo sobre la cabeza. Tiene facciones de anciana y está toda encorvada. Ella dice: “Estamos aquí en la oscuridad; es la degeneración de la humanidad”. Veo entonces una cruz ante mí. El cuerpo se desprende, de manera que la cruz queda desnuda. La Señora dice muy triste: “El martirio comienza de nuevo”. Veo arrugas profundas y gruesas lágrimas en el rostro de La Señora.
Después penetro con Ella más profundamente en la oscuridad. “Oh, ¿qué es eso?”, pregunto yo. Entramos a una gruta. La Señora me hace palpar la piedra; es una gruta de piedra natural. Entonces ponen un poco de paja, sobre la que colocan a un Niño. Alrededor entran muchas personas, personas muy sencillas. La Señora dice: “Gente común, los más pequeños de los míos. Ya no hay lugar para ellos, multitudes enteras, los más pequeños de los míos” va repitiendo La Señora a cada momento.
Ahora, ante mí, esa gruta se transforma en una iglesia. Veo filas interminables de iglesias y luego otra vez esa iglesia. Como en la gruta, hay también un poco de paja, donde ponen a un Niño. No se trata nuevamente de un niño común, sino de un Niño celestial y luminoso. Un Niño espiritualizado.
A continuación La Señora me lleva por todas esas iglesias. Ella señala muchos bancos vacíos y dice: “¿Ves el error? Vacíos”. Entonces, sobre los bancos, aparecen etiquetas blancas; como con nombres. Entonces La Señora dice otra vez: “¿Ves el error?” Ahora Ella pasa su mano por todas esas filas de bancos y entonces veo que los bancos están sin etiquetas. “Los más pequeños de los míos… “ repite esa voz, y es como si La Señora quisiera llenar esos bancos de gente. Entonces veo a un obispo. La Señora dice: “¡Dilo, dilo!“ e indica las iglesias. “El mundo tiene que estar desprendido de todo y especialmente la Iglesia”.
Después veo la basílica de San Pedro. Veo al Papa sentado cabizbajo, rodeado por su guardia. Todo eso es colocado también en la gruta. Entonces, La Señora escribe una gran P con una X encima. Ella coloca esto a los pies del Papa, y allí es colocada la cruz, con el brazo largo hacia arriba, o sea, al revés. La Señora dice: “¿Dónde están sus soldados?” El Papa está sentado con los dedos levantados y sobre su cabeza está escrito: “Lucha”. Veo cada vez más lucha. Después veo detrás del Papa soldados de pie, con gorros altos, que levantan dos dedos. La Señora dice: “Después sucede en el mundo un gran conflicto”. Y veo dos grandes potencias enfrentadas.
A continuación veo un campo de trigo que ondea. Se mece suavemente de lado a lado. Entonces oigo decir dos veces a La Señora: “Corrupción”.
Luego dice: “Rusia hará todo con engaño. Vendrá una revolución”. Ahora veo la tierra, y parece como si fuera azotada. Entonces dice La Señora: “También la naturaleza cambia”. Oigo: “Ya no hay Cristo”.
Voy por ahí buscando y oigo:“Realismo, un espíritu de realismo”. Es como si yo también viera ese espíritu.
Entonces se me presenta una hermosa escena. Entramos otra vez en la gruta y es como si ahí llevaran todos los frutos y las riquezas de la tierra. Ahora La Señora pone cara contenta y me dice: “Vamos a repartir”. Pero entonces se pone muy seria y dice: “Ese era el espíritu que no han comprendido”. Y mientras, parece como si Ella repartiera. Ahora La Señora me muestra la Cruz desnuda y la pone acostada en el suelo de la gruta.
De repente me encuentro sobre la tierra; el globo de la tierra está debajo de nosotras. Ahora veo algo muy curioso, algo que nosotros no conocemos, es decir, un plano central, todo azul y con una profundidad infinita. Alrededor de esto hay círculos de colores preciosos, que se funden entre sí. Son colores que nosotros no conocemos. Mientras floto en el espacio, soy atraída de repente hacia abajo como por un imán. La Señora dice: “Son fuerzas naturales, oirás hablar de eso”. Me parece que todo esto es para más tarde.
Avanzamos y llegamos a pararnos sobre los círculos o anillos, en una luz infinita, una luz muy extraña y peculiar. Después nos paramos sobre otro círculo, que para mí es muy pesado; pierdo la sensibilidad en las manos y en todo mi cuerpo; es como si flotara de arriba a abajo. Entonces me da una especie de dolor, un dolor terrible. ¿Qué tiene que ver con esto? No lo sé. Esa imagen desaparece y ahora veo a La Señora indicando algo. Ella dice: “Ese es el círculo luminoso”.
Y ahora veo de pronto otra vez la basílica de San Pedro y junto a ella, la Iglesia de Inglaterra, la iglesia armenia y después la iglesia rusa; esto se me dice. Alrededor de todo esto aparece una línea y el Papa se encuentra sentado a la cabeza y tiene los dos extremos de la línea. Detrás del Papa y de las iglesias, oigo vagamente la palabra “Ateos”. Estos trazan un semicírculo en torno a lo anterior. Después aparece una nueva circunferencia alrededor. La Iglesia parece quedar encerrada. Oigo a La Señora decir con tristeza e insistencia: “Así no podemos”. Después veo un asno y personas que huyen. Sobre el asno va una Mujer con un Niñito. Ambos son seres luminosos. Es una escena oriental.
A continuación veo ante mí Europa y al lado América. Parece que cojo algo del centro de Norteamérica y luego lo desparramo sobre Europa. No sé lo que es. Luego veo a lo lejos muchos pueblos orientales. “A esos Él los despertará” dice La Señora.
Veo esto muy de lejos. Después aparece una calavera, y oigo decir a La Señora: “Se acerca una gran calamidad. Los sorprenderá. Lo mares de oriente están llenos, pero no se ve”. Tengo ahora que trazar una línea de norte a oeste, oblicua. No sé lo que significa. Entonces La Señora dice: “Buscan la paz, pero no la encuentran”. Y La Señora se va.
MENSAJE 17
1º de octubre de 1949
Veo a La Señora. Ella dice: “Hija mía, yo te ayudo. Ten confianza, también en los momentos difíciles”. Me pone una cruz en la mano; es tan pesada.
La Señora dice: “Hija, llevarás la Cruz por todas partes”. Ahora veo escrito ante mí: “1950″ y después: “1951 – 1953″. Entonces veo la basílica de San Pedro ante mí. Sobre ésta caen gotas; lágrimas o sangre.
Luego La Señora dice: “Advierte, pues, que así no va bien. Mi Hijo es perseguido de nuevo. Tomad la Cruz y plantadla en el centro. Sólo entonces habrá paz”.
Después veo de pronto los Balcanes. Hay lucha; están combatiendo de nuevo. La Señora dice: “Hija, vendrá una dura lucha. Esa lucha aún no ha terminado. Vendrán desastres de tipo económico. El “Empire” (Imperio) de Inglaterra se tambalea”. Veo ahora la corona de Inglaterra con una cuerda; de todos lados tiran de la corona para mentenerla en equilibrio sobre ese país. Después veo el Papa y un Patriarca.
Entonces, La Señora dice: “Ven conmigo a Rusia”. Ahora veo Rusia. La Señora me lleva a edificios de vidrio, también subterráneos, donde hay toda clase de gente trabajando. Me parece que son alemanes, franceses y polacos, pero también otros; les oigo hablar en diferentes idiomas. Me parece que es muy en el interior de Rusia; en algún lugar de las grandes llanuras en Rusia septentrional. La Señora dice: “Están fabricando productos químicos. ¡Cuidado, América! ¡Interven, interven! No se trata sólo de vidas humanas, sino de fuerzas aún más grandes. Trae, pues, la fe de nuevo al mundo. Pero los creyentes…” Y La Señora mueve la cabeza. “Ponedla pues en práctica: Caridad. El Amor es el primer mandamiento. Después viene la Justicia”.
Ahora parece que desciendo con La Señora por el Danubio. Ella señala a su alrededor y dice: ” Aquí hay que trabajar, allá hay que trabajar”. Y señala de izquierda a derecha. “Tiene que volver a Dios. El pueblo está dispuesto. Pero los altos dirigentes no quieren”. Y entonces La Señora desaparece de pronto.
MENSAJE 18
19 de noviembre de 1949
Aquí está La Señora otra vez. Me muestra Italia y dice: “Ahí hay que trabajar desde lo alto. Tan sólo palabras no sirven de nada. ¡Obras!” Ahora es como si viera el Vaticano tambalearse.
La Señora dice: “En Italia hay que trabajar más contra el comunismo. Advierte, pues, a Alemania y a Italia. La situación aún se puede salvar. Lo digo aquí para que lo transmitas, que trabajen contra la corrupción de Alemania. La gente es buena, pero son mal dirigidos debido a las circunstancias. Tenemos que llevar allí de nuevo la Cruz y plantarla en el centro. Tienen que comenzar despertando y llevando de nuevo la fe a la juventud. Si no se trabaja en serio en Italia, se hundirá. Hay que despertar a los más pequeños entre los míos”.
Entonces es como si La Señora condujera una gran multitud de hombres hacia un punto determinado. Mientras miro, veo que La Señora los empuja hacia un altar en donde hay una gran cruz. Entonces dice: “Esa es la tarea de los grandes de la tierra, pero…
–y La Señora mueve el dedo y con la cabeza hace un gesto negativo– “Por eso tienen que colaborar todos. ¡Divúlgalo!” dice La Señora. “Tienen que rezar aún más. Rezar por la corrupción. Si no lo hacen, el mundo entero se autodestruirá. Por eso te lo he mostrado”. Y ahora La Señora desaparece.
MENSAJE 19
3 de diciembre de 1949
Veo a La Señora de pie. Ella dice: “Hija, te traigo otra vez un mensaje para Alemania. Hay que salvarla”. Entonces La Señora me lleva por Alemania. Mientras veo Alemania en toda su extensión, siento la situación que allí reina: un tremendo deterioro del país, del pueblo, de la juventud y una enorme apostasía.
La Señora dice: “Que los obispos trabajen. Tienen que dar órdenes a sus sacerdotes, para que trabajen sobre todo entre la juventud, combatiendo el humanismo, ese paganismo moderno”. Veo muchas cruces ante mí. La Señora me enseña como cada una de esas cruces es puesta en un lugar distinto. Ahora veo una gran plaza en Berlín, en la que está el edificio del gobierno. Parece que La Señora coloca allí una gran cruz y me dice: “Es necesario que los hombres sean llevados a ella. Hay que alejar la juventud del paganismo moderno. Que trabajen con ahínco en ello”.
Entonces veo otra vez Roma ante mí. La Señora va por Roma y dice, amonestando con el dedo: “Ay, ay, ¿por qué no empezar por aquí? Tendrá que ser completamente reconstruida”. Y es como si pasara sus manos por el Vaticano y sacude por debajo todo, poniéndolo todo boca abajo.
Después veo Holanda en toda su extensión. La Señora dice: “También Holanda se acerca al precipicio”. Veo a la juventud de Holanda; gente joven y niños, parados junto a un barranco. La Señora dice: “Están al borde de un precipicio”.
Entonces es como si La Señora me llevara a algún lugar. Veo frente a mí dos montañas altísimas. Entre ellas hay un precipicio o abismo negro y muy profundo. Parece como si yo estuviera sobre una de esas montañas. La Señora dice: ” Mira”. Y veo un abismo en medio del mundo. De pronto, es como si La Señora juntara esas dos montañas y dice: “Hay que colmar ese precipicio”.
Después, veo la basílica de San Pedro. La Señora dice: “ Hija, ahí ves al Papa, de pontifical, con dos dedos en alto. Escucha bien. La doctrina es correcta, pero el Papa tiene facultad para cambiar las leyes. ¡Pues que lo lleve a cabo!”.
Veo todavía al Papa frente a mí, sentado y con dos dedos en alto. Entonces veo una gran sala de reuniones, donde el Papa está sentado. “Hija, –dice La Señora– esas leyes pueden ser cambiadas. Pueden serlo y tienen que ser cambiadas. Las posiciones deben acercarse más. Que en Roma sigan adelante y así den el ejemplo a todo el mundo. Piénsalo y dilo. Y te repito: el Amor es el primer mandamiento y, junto a éste, como unidos por un arco, la Verdad y la Justicia”.
“Hija, –dice La Señora otra vez– ¡mira!” Y entonces veo, entre La Señora y el Papa, el número “50″. La Señora dice: “En ese año habrá que trabajar duro y… no sólo con palabras. La doctrina de Cristo es exacta. ¿Por qué no es aplicada exactamente y hasta en los detalles?”
Veo ahora puntitos a mi alrededor y en el centro un gran punto rojo. La Señora aprieta fuerte con la mano ese punto y dice: “Esta es la cosa principal. No es puesta en práctica. En esto tendrá que hacerse toda una revolución. Si no hacen caso de los avisos, perecerán e irán a parar allá”.
Y entonces veo de nuevo las montañas y el abismo. Después veo otra vez al Papa y La Señora dice:
“Él tiene que dar la orden y se hará”. Entonces veo Italia y altos eclesiásticos extranjeros; veo al Papa sentado con cardenales y obispos en torno a él, en una sala de reuniones del Vaticano. La Señora me dice que está promulgando un decreto. Entonces veo un puente entre los puestos superiores y los inferiores. “A eso hay que llegar” dice La Señora. “Pensad en el amor y la justicia. Que todos los creyentes colaboren al bien”.
Entonces le pregunto: “Pero, ¿es usted La Señora?” (Por orden de su confesor, el Padre Frehe, Ida tiene que preguntar a la aparición si es María y qué significa “La Señora”.) Ella me mira sonriente y me dice: “Que tu director espiritual crea en ti. Él tiene pruebas suficientes. Dile lo siguiente: que él tiene amor y buenas intenciones, también para su trabajo. Y además…”
La Señora hace un gesto amigable con la cabeza y las manos, tal y como una buena madre, y dice: “Y que no se preocupe. Su vida ha sido encaminada así. Se te ha dado la prueba. Más no puedo decir por ahora. Saldrá a la luz con el transcurso de los años. Dile esto”. Me asustan estas últimas palabras y pienso: ¿de los años? ¿Cuánto tiempo tardará? Y entonces La Señora se va.
MENSAJE 20
16 de diciembre de 1949
Mientras La Señora mira muy severamente y amonesta con el dedo, le oigo decir: “Pobre, pobre Alemania. Tomad las cruces y plantadlas en el centro. Despertad a los eclesiásticos. Empezad desde abajo. La gente humilde tiene que ser conducida de nuevo a Él. ¡Que sepan que así hay que hacer!”
Y La Señora cierra el puño y me lo muestra. Lo hace con mucha fuerza, y hasta agita el brazo y el puño hacia mí.
Después veo la basílica de San Pedro. La Señora le tiene la mano encima y dice: “Esta tiene que ser protegida y así será. Ese otro espíritu penetra demasiado”. Entonces veo ante mí muchas nubes, blancas y rojas, que se entrecruzan. Es como si pasaran con rapidez unas a través de otras. Allá abajo veo siluetas de diferentes cúpulas y torres de iglesias, unas junto a otras y a la vez revueltas. La Señora me indica esa escena y entonces es como si Ella separara las nubes con las manos. Veo ahora una superficie de un azul profundo ante mí, y en medio de esa superficie hay una luz brillante, como una estrella refulgente, que brilla ante mis ojos. La Señora golpea esa luz con el dedo índice, delicadamente, pero a la vez tan fuerte que parece como si yo oyera los golpes; como si Ella golpeara con un martillo. Ella dice entonces: “Allá es a donde tienen que llegar”. A continuación veo allá abajo densas nubes muy negras y la cúpula de San Pedro. Y oigo decir: “Habrá lucha, será violenta, estallará. Aún estamos lejos”.
Después veo al Papa sentado frente a mí. La Señora mira seria, vuelve la cabeza y dice: “Exhortad a los súbditos. No sólo exhortarlos, sino trabajar en el verdadero espíritu cristiano. Tú piensas que todo eso está bien, sin embargo hay que trabajar con hechos. Soy lo suficientemente clara. Hay que insistir aún más en los derechos sociales, en la justicia y la caridad. Pero… hacerlo no con palabras sino con obras. Las obras pueden atraerlos a la luz que te he mostrado”.
Después, veo Europa ante mí. La Señora dice: “Europa, ¡ten cuidado! Úníos para el bien. Esta no es sólo una lucha económica, se trata de la corrupción del espíritu. Es una lucha cristiano-política. Tiene que comenzar desde arriba, los que tienen autoridad deben dar el ejemplo. Pero, lamentablemente, también el clero tiene que abajarse hasta los más pequeños de los míos”.
Entonces veo escrito, por encima del Papa y de la basílica de San Pedro: “Caridad, Justicia”.
Está escrito con letras grandes. La Señora dice: “Este es el gran error de éstos tiempos. Si no se ponen en práctica, todo irá de mal en peor y el mundo se perderá cada vez más. Cada quien en particular debe preocuparse de ponerlo en práctica”.
Entonces es como si La Señora me pusiera una cruz en la mano y, señalándose a sí misma, dice: “No yo, sino la Cruz”.
Ella me hace leer en un tablero, donde está escrito: “50 – 51 – 53″ y dice: “En este período vendrán una lucha y calamidades”. A continuación Ella pone la mano sobre la cúpula, como protegiéndola, y con la otra mano se cubre los ojos. Siento un tremendo dolor vivo en la mano. “Es insoportable”, digo. Entonces, La Señora dice con vehemencia: “Ese espíritu intentará penetrar de todas las maneras; lentamente, con astucia. Penetrará con tanta astucia, que los pueblos no se darán cuenta. Te advierto una vez más que transmitas esto”.
Luego veo Italia. Allí veo un hombre sencillo y modesto, un clérigo. Es como si estuviera hablando en medio de un grupo de hombres. La Señora ríe y lo indica. Mientras lo miro, dice: “Ese Padre Lombardi lo hace muy bien. Trabaja en la dirección que Nosotros queremos”.
(El padre Ricardo Lombardi, S.J. empezó en 1948 su “Cruzada de la Bondad”. Durante muchos años predicó incansablemente y con palabras sencillas el Evangelio, poniendo al centro el Amor de Dios. No sólo invitaba a la conversión personal, sino a la realización de los ideales cristianos en la sociedad mundial. Por eso supo tocar el corazón de mucha gente.)
Después veo filas de iglesias diferentes frente a mí. Entonces es como si La Señora se acercara a la primera fila y pasara ligeramente la mano sobre ella. Veo desplomarse a la vez todas esas iglesias y desaparecer.
Entonces dice La Señora otra vez: “Hija, -y dibuja como una especie de rombo delante de mí- hija, ese es el centro”. Veo ahora una cúpula, rodeada por un muro, en la forma que Ella lo había dibujado. Es la cúpula de la basílica de San Pedro. Alrededor corre un riachuelo, separado por una sutil línea negra. La Señora lo indica y dice: “Ese es el centro”, y mueve el dedo de un lado a otro, de un modo muy lento pero muy serio, y dice: “Que esto siga siendo el centro. Los espíritus del mundo están empeñados en destruir este centro. Pero yo te ayudaré”.
Ahora veo que La Señora extiende la mano otra vez sobre el Papa y la basílica de San Pedro. Y de pronto veo a la izquierda una enorme garra negra, con uñas largas y afiladas. Es como si esa garra sacudiera todo lo que está dentro de la basílica de San Pedro. ¡Qué dolor siento! Todo se pone rosado y rojo ante mis ojos. Mientras la garra revolotea por todas partes, veo volar un águila negra. Ésta vuela con grandes aletazos y va hacia la izquierda.
A mi derecha veo Alemania. Entonces oigo a La Señora decir: “Alemania, ¡ten cuidado!” Veo ahora sobre Alemania un triángulo dibujado. La Señora dice: “El espíritu del triángulo intenta penetrar bajo otra forma. La gente es buena, pero les tiran de acá y de allá y no saben qué hacer. Pobre Alemania. Se vuelven víctimas y son víctimas de ese otro grande”.
Veo entonces frente a mí un obispo alemán revestido solemnemente, un hombre de edad, un hombre vigoroso. A mi derecha llega un seglar, también un hombre de aspecto fuerte. Oigo: “El obispo en el terreno de su autoridad, y ahí llega alguien también en otro terreno. Pero eso es para más tarde. Alemania intentará salirse, igual que Italia”.
Entonces veo otra vez a ese clérigo sencillo con gente a su alrededor. La Señora dice: “Él intenta llevar la verdad a la gente”. Entonces Ella me dice: “Tú divulgarás esto; diles esto”. Y La Señora desaparece de repente.
DE:http://forosdelavirgen.org/8507/informe-especial-la-senora-de-todos-los-pueblos/
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